Friday, June 1, 2018

Español: lengua sin futuro


No, no es lo que usted piensa. No es que los jóvenes estén acabando con el idioma y que por eso no hay futuro para el español. Es que el español no tiene conjugación de futuro.
            Sí, como lo oye. No la tiene. ¿Y entonces? ¿“Seré, serás, será, seremos, seréis, serán”? ¿Qué es? Pues se le llama futuro, sí, pero en español más o menos desde el siglo XVI ya NO indica tiempo futuro. Indica duda.
            En los documentos coloniales encontramos frecuentemente frases como “habrá seis días que vino a este pueblo”. La conjugación “habrá” está en futuro, pero el punto de referencia es el pasado, como demuestra “vino”. Lo que quiere decir es “más o menos hace seis días…”, es decir, la conjugación de futuro expresa duda, aproximación, conjetura…
            Por ejemplo, son las 10 am y esperamos a un amigo. Son las 10:15 y no ha llegado. No contesta al teléfono. No sabemos dónde está. Decimos: “¿dónde estará?”. Y la respuesta del otro podría ser: “Estará en el bus”. Es decir, “estará” de la pregunta se refiere a que no sabemos dónde está, y la respuesta “estará en la casa” se refiere a que posiblemente esté en el bus. Es decir, un momento presente, no futuro.
            O digamos que hay dos amigas conversando sobre un muchacho. Una le dice: “Yo creo que le gustas” y la otra le responde: “ay, ¿será?”. También se refiere al presente, no al futuro.
            El gramático chileno Andrés Bello, en 1857, lo explicaba así: “Si alguien nos pregunta qué hora es, podemos responder, son las cuatro, o serán las cuatro, expresando son y serán un mismo tiempo, que es el momento en que proferimos la respuesta; pero son denotará certidumbre, y serán cálculo, raciocinio, conjetura”.    Si no estamos viendo el reloj, diríamos “serán las cuatro”.
            En latín, el futuro tenía otra conjugación completamente diferente. Pongo como ejemplo la primera y segunda conjugación, esto es, verbos terminados en “are” y “ere” (con “e” larga). El “amare” era “amabo, amabis, amabit, amabimus, amabitis, amabunt”. En general, se le agregaba una “bi”, excepto en la forma “yo” (“bo”) y “ellos” (“bu”).
            La conjugación de futuro en latín desapareció por completo de las lenguas romances. Estas formaron una nueva conjugación de futuro a partir del infinitivo más el verbo “haber”. Recordemos la conjugación: “he, has, ha, hemos, h(ab)eis, han”. Esto en realidad suena “é, ás, á, émos, éis, án”. Ahora tomemos un verbo en futuro: “cantar” y le agregamos estas formas, como por ejemplo, “cantar” + “é”, queda “cantaré”. Tarán: tenemos las conjugaciones de futuro.
            Es como cuando se dice actualmente “he de cantar”, “has de amarme”, “habrás de votar por Uribe…” así. En un principio tenía el sentido de obligación. Es decir, “cantar + é” significaba “tengo que cantar”. Esto ocurrió en la edad media.
            Toda obligación o deber se refiere a un evento del futuro. Luego fue perdiendo su sentido de obligación y pasó a significar solo futuro. Pero todo evento futuro está enmarcado por un sentido de duda. Nadie sabe a ciencia cierta lo que va a pasar, así que el futuro es más bien una conjetura.
            El español, pues, perdió en la lengua hablada el sentido de futuro en esta conjugación. El futuro “cantaré” se usa como tal solamente en lo escrito. Pero ojo: lo que no se dice oralmente, no existe. Es un puro artificio de la lengua formal.
El futuro de duda se encuentra desde la edad media. La investigadora Jesse Aaron lo reporta por primera vez en la Celestina (1499). La Celestina le dice a Calisto que sus hechizos para producir matrimonios siempre son efectivos. Él le contesta que tal vez se puedan considerar matrimonios de cuerpo, pero no de alma: “Eso será de cuerpo, madre, pero no de gentileza, no de estado, no de gracia y discreción”.
            El único futuro del español que puede decirse que sí existe es con el verbo “ir”, como en “voy a salir mañana”, que se refiere a un plan que uno tiene. “Ir” significa desplazarse de un lugar a otro. Pues bien, todo comenzó cuando se expresaba el propósito de un desplazamiento, como en: “yo voy a besar los pies de su magestad a su corte”, ejemplo que encuentra la investigadora Micaela Carrera de la Red en 1534, en una base de datos llamada CORDIAM (Corpus Diacrónico del Español de América).
            En el ejemplo, “voy” expresa desplazamiento hasta la corte del rey, pero a la vez el propósito de este, que es “besar los pies”. Y todo propósito o plan se refiere a un tiempo futuro.
“Ir a” empezó a usarse ya como futuro tal cual en el siglo XVII, pero no es una conjugación propiamente dicha. Se necesita del verbo “ir”, la preposición “a” y el verbo en infinitivo. Es decir, necesitamos varias palabras para formar el verbo: es lo que se conoce como una “perífrasis verbal”.
            El futuro como duda se usa en todo el mundo hispanohablante. Algunos académicos lo consideraron un vicio del lenguaje latinoamericano, pero conforme avanzó la investigación se dieron cuenta de que los españoles también lo usan. Y el futuro como tiempo, en cambio, solo aparece en el lenguaje formal o en la escritura: no existe, el español no tiene futuro.
Cuando la amiga dice: “ay, ¿será?” para referirse al momento presente, y no al futuro, como indica la conjugación, está siguiendo esa tradición que viene probablemente desde finales de la edad media.

2 comments:

  1. Hola Ana María y gracias por compartir este artículo muy interesante. Te quería comentar que aquí en Cataluña, el dialecto del español que se habla (porbablemente por influencia del catalán) todavía conservaba el futuro en -é, -ás, -á, etc. Si no me equivoca, es un rasgo del español peninsular que se puede oír fuera de las fronteras del idioma catalán. Se oyen a diario frases como: "qué harás mañana?"
    Saludos y bendiciones desde Barcelona

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    1. El catalán tiene una particularidad y es que produce el pasado con "vaig". Si un catalán usara "voy a" lo sentiría como pasado y no como futuro. A lo mejor por eso se mantiene el futuro en áreas de influencia catalana.

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