En todos los pueblos indígenas andinos, no solo entre los quechuas, existe alguna tradición sobre el uso de la coca. El uso de la coca es sagrado. Las hojas de coca se ponen debajo de la lengua y se mascan lentamente. Permite llenar el cuerpo de energía para trabajar duro o para soportar largas caminatas en las montañas más altas. Las hojas de coca fortalecen los pulmones para proveer de oxígeno al organismo. Otros pueblos indígenas consumen la coca como infusión en té. Los indígenas nasa del suroccidente colombiano venden la coca en forma de té.
Las hojas de coca en su estado natural no son alucinógenas. El problema es cuando se sintetiza la coca con otras sustancias químicas y para hacer la cocaína. El consumo de coca es una tradición andina profundamente afectada por la ilegalidad del cultivo de coca. La fumigación de las plantaciones de coca no solo produce daños en el medio ambiente, sino en el estilo de vida de los campesinos e indígenas, y rompe con una tradición milenaria.
La palabra "coca" es de origen quechua, por lo tanto se considera un quechuísmo del español. Las hojas de coca eran muy importantes para la cultura andina porque eran una manera de establecer los fuertes nexos con la tierra o la Pacha Mama. La palabra "coca" ha dado muchas vueltas hasta llegar a convertirse en la base de la "cocaína" o la "Coca Cola". La Coca Cola en sus orígenes tenía hojas de coca. Yo crecí pensando que cuando tomaba Coca Cola, estaba consumiendo cocaína.
Existe una crítica contra el consumo de coca, de chicha o de bebidas alcohólicas entre los indígenas. Aunque la chicha y la coca sí se consumía entre los indígenas, parece que este consumo iba en contra de las políticas oficiales del gobierno Inca. Es cierto que los españoles sí se beneficiaron de promocionar el consumo de bebidas alcohólicas o sustancias psicoactivas entre los indígenas porque esto debilitaba mucho la cohesión social de los indígenas. El alcoholismo es una situación que hace sufrir a las familias profundamente, rompe los lazos sociales y debilita a la comunidad.
Los indígenas en la actualidad defienden su derecho a producir y consumir la hoja de coca como parte de su cultura ancestral. Pero existe una paradoja respecto a este derecho: se puede interpretar como el resultado del mestizaje cultural. Es decir, el uso de la coca es ancestral, pero la práctica actual resulta del contacto con la cultura hispánica.
Existe un manuscrito titulado "Relación de la coca, de su origen y principio", anónimo, del siglo XVII. El autor narra que la palabra "coca" para los indígenas quechuas era el nombre de una esposa mítica del Inca en tiempos inmemoriales. Mamá Coca murió joven, y la enterraron con una "guaca" o un grupo de objetos sagrados. El Inca ordenó hacer sacrificios de chicha y de sangre. Un día, de la tierra brotó un arbusto. Este arbusto era la planta de coca.
El Inca era el único que mascaba coca. El Inca a veces le ofrecía coca a sus allegados, personas nobles o altos funcionarios de gobierno. El pueblo no tenía permitido mascar coca. El autor anónimo del manuscrito narra que los españoles fueron los que empezaron a promocionar la coca entre los indígenas. Las hojas de coca eran muy buenas para dar energía en el trabajo. Los españoles notaron rápidamente que los indígenas trabajaban mucho más tiempo si mascaban hojas de coca.
El debate es demasiado complejo como para que yo pueda emitir una opinión clara e informada. Yo tendría que investigar más sobre las prácticas culturales relacionadas con la coca en Perú y Bolivia, por ejemplo. Sin embargo, pienso que el consumo cotidiano de coca sin el componente ritual es resultado de la colonización. Se necesita de un guía espiritual auténtico para consumir coca apropiadamente. Y aún así, creo que no todos están preparados para la experiencia espiritual de la coca. Yo no estoy preparada.
RELACIÓN DE LA COCA Y DE SU ORIGEN Y PRINCIPIO Y POR QUÉ ES TAN USSADA Y APETECIDA DE LOS INDIOS NATURALES DESTE REYNO DEL PIRU María Brey y Víctor Infantes (introducción y edición) Bogotá: Instituto Caro y Cuervo,1996, il., 64 p.
Boletín del Museo del Oro, Banco de la República, Nº 40, Bogotá, 1996 (editado 1998), pp. 145-148
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