Wednesday, November 22, 2017

De la carta al WhatsApp

Publicado originalmente en el suplemento dominical de El País de Cali, Gaceta, el 11 de noviembre de 2017, bajo el título "Su majestad el emoticón".

Las nuevas tecnologías han cambiado mucho la manera como interactuamos las personas, las normas de educación y el uso del lenguaje. La rapidez con que ocurren los avances tecnológicos hace que las diferencias entre jóvenes y viejos sean diametralmente diferentes en la expresión escrita. Este artículo es una reflexión sobre cómo se manifiestan estas diferencias.
            Para empezar, debo confesar que nací en 1980 y que viví mis años mozos en la década de 1990. Fui parte de esa generación que vio un mundo sin Internet y luego, de repente, con Internet.
            Cuando estudié en la universidad del Valle, a comienzo de mi carrera en 1999, no teníamos Internet en la casa. Tenía que hacer fila para ver los computadores de la universidad. Las primeras comunicaciones que hice por Internet fueron a través de una pantalla negra con letras verdes. Y fueron verdaderos correos electrónicos o email, con el correo institucional de la universidad.
            Posteriormente se fue haciendo más sofisticada la cosa y llegó lo último en comunicaciones: el email de Tutopia, luego el de Hotmail, tan viejos como el sistema de almacenamiento en diskette, cuando los computadores solo tenían capacidad de almacenamiento de 2 gigas.
            El email se usaba para cuestiones formales e informales. La gente formaba grupos de discusión en email o enviaba emails colectivos con sus fotos o la noticia de su viaje. Posteriormente se fue incluyendo más en asuntos laborales, y hacia 2004 ya recibía emails de mis estudiantes o de mi jefe cuando trabajé como docente.         
Pues bien, quién iba a imaginarse que solo 7 años después de esas largas filas en la sala de cómputo de Univalle, llegaría Facebook a mi vida, imponiendo una nueva forma de comunicarnos.
El sistema de mensajería de Facebook terminaría reemplazando al email en contextos informales, mientras que el email terminó convirtiéndose en un medio de comunicación para contextos formales: asuntos de trabajo y profesionales. 
El “Messenger” de Facebook funciona más como una conversación telefónica, pero por escrito: uno se saluda primero antes de entrar en materia. Y ni qué decir del WhatsApp, en el que ni siquiera he incursionado.
Sin embargo, como persona que crecí con el email, todavía escribo mensajes de “Messenger” como si fueran emails. Doy mi saludo, entro en materia, y me despido con mi nombre, lo cual es redundante, porque en todo ahí sale mi nombre.
Y cuando me escriben personas más jóvenes que yo, primero me escriben “Hola” y yo tengo que responder “hola”, para que luego me pregunten “¿Cómo estás?” y yo responder “Bien”. “Ah bueno, me alegro” y yo: “Sí, ¿y cómo estás tú?”, “Bien”. Y así, después de un largo rodeo, el milenial entra en materia. La verdad que me impacienta un poco, pero es que ellos no crecieron con el email.
Ahora bien, mis amables lectores muchas veces me dirigen cartas a mi correo lenguaencolombia@gmail.com, las cuales recibo con mucho aprecio, pues aprendo mucho de ellos. Y puedo identificar cuando el autor de la comunicación es de la generación de la carta.
Los que crecieron con la carta escrita conciben el email como una carta. Empiezan su comunicación con ciudad y fecha, mi título profesional, mi nombre completo y un “Cordial Saludo”. Al final ponen una imagen escaneada de su firma manuscrita. Muchas veces recibo el email sin texto y con su un archivo adjunto, que es el documento en Word con la carta formal y la correspondiente firma manuscrita.
Un exceso de formalidad siempre es bienvenido, pero un exceso de informalidad nunca lo es. Mis estudiantes muchas veces pecan de incautos en este sentido cuando escriben algún email como mensaje de texto: “Hola profe, quiero saber por qué saqué tan bajito”.
Pues bien, todas estas cuestiones me ponen a pensar en que existe un choque cultural entre tres generaciones: la generación de la carta, la del email y la del mensaje de texto.
Y esto influye en las normas ortográficas también. Un ejemplo es las tildes de las mayúsculas: las máquinas de escribir no permitían poner tildes en las mayúsculas, por lo que no eran obligatorias, pero los computadores sí lo permiten. Ahora, gracias al computador, es obligatorio tildar las mayúsculas. Pero he conocido gente que escribe en Facebook con todo en mayúscula para liberarse del uso de las tildes.
Me pregunto, entonces, hacia dónde se dirige todo esto. ¿Cómo va a escribir la generación post-milenial? ¿Los que ahora son niños?
Mi pronóstico es que todo se dirige al uso más consistente de los emoticones, esos muñequitos que permiten expresar alegría, tristeza, rabia o admiración con un solo dígito. También el uso de los gifs, que son como videos de dos segundos que se repiten incesantemente y expresan alguna emoción. O los memes, similares a los gifs, pero son fotografías.
Ahora con el WhatsApp, donde las personas comparten videos, fotos y artículos de prensa, pero además pueden realizar llamadas telefónicas y enviar mensajes de texto, sería interesante mirar cómo lo usan los viejos y cómo lo usan los jóvenes. ¿Será que los viejos envían mensajes de texto como cartas formales? ¿Será que los de edad media como yo envían mensajes como si fueran emails? ¿O se habrán sabido adaptar a los emoticones? Gracias Don Carlos por hacérmelo ver después de la publicación en Gaceta.
Se está gestando una verdadera gramática de los emoticones y los gifs, tanto que muchos emoticones juntos pueden funcionar como una oración. En ese lenguaje sí me declaro analfabeta, tanto que cuando alguien me escribe un emoticón, literalmente quedo  














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