Publicado en El País, 13 de mayo, 2018
¿Alguna vez ha tenido una
entrevista de trabajo o de admisión? ¿No le ha pasado que usted repite en su
cabeza mil veces sus propias palabras, autorecriminándose por algo que dijo
mal? ¿Quedó de segundo en un proceso de selección entre 100 o más competidores?
¿O consiguió un trabajo que ahora aborrece?
¿Y cuántas veces ha intentado
usted hacer prosperar su propio negocio? ¿No tiene que enfrentar dificultades diarias
que le impiden sobresalir entre otros muchos competidores? ¿De quién es la
culpa? ¿De usted, por no ser suficientemente emprendedor?
Si
alguna vez se ha sentido abatido por situaciones como estas, le recomiendo que
se vea la serie de Netflix “3%”. Es una serie de ciencia ficción brasilera que
realiza una crítica profunda sobre el mito de la igualdad de oportunidades.
La
serie plantea que todo el continente es un gran tugurio, o una “favela” como en
Río de Janeiro. Toda la gente vive en la miseria. Esto contrasta con un lugar ideal,
una isla llamada Maralto, donde un pequeñísimo porcentaje de la población vive
en la opulencia. Todos los años se hace un proceso de selección entre los
jóvenes que han cumplido 20 años. Solo el 3% de los candidatos pasarían a vivir
en Maralto.
La
serie se enfoca en cuatro jóvenes que se someten al Proceso: Michelle, Rafael,
Joana y Fernando. Los dos primeros son infiltrados de la Causa, una comunidad
secreta que busca acabar con el Proceso. La primera temporada (2016) muestra
las pruebas que deben ir superando para pasar el Proceso #104, aunque no todos
los protagonistas lo consiguen. La segunda temporada, estrenada el 27 de abril,
satisface nuestra curiosidad y nos muestra cómo es Maralto por dentro. Pero la
Causa planea destruir el Proceso pocos días antes de la siguiente versión,
#105.
Para mostrar que son
merecedores de vivir en Maralto, los jóvenes deben pasar una serie de pruebas
que evocan un reality show, o las
dichosas pruebas psicotécnicas para acceder a un puesto de trabajo. Las
directivas del Proceso observan lo que ocurre a través de cámaras y van
conversando sobre quiénes tienen “potencial”.
El
director del Proceso, llamado Ezequiel, repite incansablemente una frase que
suena a literatura de superación: “usted es el creador de su propio mérito”. Y
es verdad: las pruebas no dependen de la habilidad física de la persona, ni
siquiera de su apariencia o género.
Hombres y mujeres, sean
blancos o afrodescendientes, pasan las pruebas y tienen la misma oportunidad. No
existe aparentemente el acoso sexual. Incluso, Fernando, quien tiene una
discapacidad física, logra llegar lejos en el Proceso. Tampoco importa ser de
buena familia, como le ocurre a otro personaje llamado Marco, cuyos ancestros
han pasado el Proceso; esto no le da ventaja.
Ni
siquiera la ética le da ventajas a nadie, todo lo contrario. Solo el más
individualista, competitivo, tramposo e hipócrita será capaz de llegar lejos en
el Proceso. A nadie descalifican por hacer trampa.
En el Proceso existe realmente
la igualdad de oportunidades. Pero la sola cifra de 3% es tan reducida y
arbitraria que tal igualdad no sirve de nada. Si el sistema en sí mismo es
excluyente, ¿de qué sirve la igualdad? Como si fuera poco, se le endilga al
excluido la culpa de no ser capaz de entrar a la posición de privilegio.
El Proceso alimenta la ilusión
de una vida mejor para que las personas se sometan por voluntad propia. La
persona no culpará al sistema, sino a sí mismo, de su vida miserable. Así
mantienen el control sobre el grueso de la población.
La eficiencia del sistema, no
obstante, tiene sus fisuras. No es suficiente con alimentar ese discurso del
mérito y que la gente se lo crea para mantener el privilegio del 3%. La Causa
puede llegar a hacerle mucho daño. Por esta razón, el Proceso ha militarizado
el Continente, buscando por todos lados agentes de la Causa, usando métodos
violentos.
Esto es clara alegoría de la
militarización de las favelas que ha ocurrido en Río de Janeiro. La policía
militar ha estado involucrada en casos de tortura y desaparición, sin que se
solucione definitivamente el problema del narcotráfico. Y solamente demuestra que
el sistema no puede sostenerse solo: hay que acudir a la represión.
Otra fisura está en el tipo de
gente que entra a Maralto. Imagínese a la persona más egoísta, tramposa e
hipócrita que haya conocido en su vida. Luego imagine una isla poblada por solo
personas así. Así como Maralto, sería un infierno vivir allí, aunque tuviera
todas las comodidades del mundo.
Y lo más importante: los
infiltrados de la Causa. Son idealistas y generosos, pero tienen ese componente
simbólico que les da la fuerza interior para llegar lejos en el Proceso,
incluso para hacer trampa y manejarse con hipocresía. Aunque tengan que dejar a
un lado su ideología, su adhesión a la Causa podría manifestarse en cualquier
momento.
Pues bien, estas fisuras representan
el sistema que se autodestruye poco a poco desde adentro. Es un sistema que
está destinado a fracasar, aunque en apariencia todo se mantenga normal.
“3%” le enseñará que no es
culpa suya estar pobre, desempleado o quebrado, o ser infeliz en una posición
de privilegio rodeado de pirañas.
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