Publicado en Gaceta Dominical de El País de Cali en Octubre 29 de 2017
En estos días ha circulado por Facebook el hashtag #metoo para que las mujeres que han sido víctimas de acoso se etiqueten y cuenten su experiencia, o al menos sugieran que han tenido una experiencia de acoso. Esto a raíz de la controversia del acoso sexual atribuido a Harvey Weinstein, productor de Hollywood.
En estos días ha circulado por Facebook el hashtag #metoo para que las mujeres que han sido víctimas de acoso se etiqueten y cuenten su experiencia, o al menos sugieran que han tenido una experiencia de acoso. Esto a raíz de la controversia del acoso sexual atribuido a Harvey Weinstein, productor de Hollywood.
Etiquetarse con el hashtag #metoo es una manera de solidarizarse
con las víctimas del acoso en Hollywood, y muestra que es un problema de
género, pues todas las mujeres sin excepción han sido víctimas de acoso o abuso.
Si alguien te dijo en la
calle: “¡Hubo un terremoto en el cielo y un ángel se cayó!”, ¿entra dentro de
la categoría #metoo? ¿Está en el
mismo plano de las personas que vieron truncada su carrera por no ofrecer
favores sexuales a cambio? ¿O en el mismo plano de una persona que le toca las partes
íntimas a otra sin su consentimiento?
El piropo callejero, según la
crítica feminista, es un avance sexual no consentido, y promueve una “cultura
de la violación”, en que una mujer se pone en el plano de objeto de placer, y
se le despoja de su condición de sujeto.
Por otro lado, esta concepción
del “piropo” puede interpretarse como influencia del “catcalling”. Ambas
palabras tienen un contenido cultural único, y no son intercambiables.
“Catcalling” en inglés
significa literalmente “llamar al gato”. Es cuando se le dice a una mujer en la
calle cualquier insinuación sexual. Generalmente son muy simples: “nena” o
“sexy”, únicamente.
En la cultura anglosajona o
nórdica, llamar a una mujer “bonita” es algo muy íntimo, casi una proposición
sexual. Por ejemplo, yo tuve una profesora gringa que que estuvo trabajando en
Paraguay. Ella se ofendió mucho porque un estudiante le dijo que estaba bonita.
Era una intromisión en el espacio privado.
En la cultura latinoamericana,
por el contrario, es más común decirle a una mujer que está bonita, o a un
hombre que está guapo. No es una proposición sexual: es un dicho lingüístico
que busca estrechar lazos sociales, crear confianza.
Me acuerdo que una vez fui a
una fiesta, y había un hombre que les decía a todas las mujeres, incluso las
menos agraciadas a mi parecer, que estaba bonita. Ellas lo abrazaban con cariño
sin ninguna pretensión de nada. Ellas sabían que “estás bonita” no significaba
“estás bonita”, sino “eres una persona especial para mí”.
El piropo es, pues, una forma
de interacción social en el ámbito hispanoamericano. No existe en el mundo
anglosajón. Por eso, cuando los latinos van a otros lugares del mundo, tienen
un choque cultural.
Recordemos el caso de la
holandesa que quiso ridiculizar con “selfies” a los hombres que le hicieron
“catcalling”. Uno de los hombres le habló en español: “Ey, sexy, chiquita, ¿a
dónde vas sola?” y ella lo tradujo al inglés al mostrar la foto del hombre
hispano.
El piropo tradicionalmente se
considera un elogio, y se le dice a alguien conocido o desconocido. Cuando un
amigo cercano te dice algo bueno sobre ti, no necesariamente de tu apariencia
física, a veces respondes “gracias por el piropo”.
La palabra “piropo” viene del
latín “pyropus”, que significa “aleación de cobre y oro de color rojo
brillante”, que tiene relación con el griego “piros”, que significa “fuego”. Se
usaba durante la edad media y la edad moderna en el sentido de metal candente.
En 1780, el diccionario de la
Real Academia registra el significado de piedra preciosa de color rojo, como el
rubí, y en 1880 acepta el significado de elogio romántico (“requiebro”), pero ya
aparecía en obras literarias con el significado de “elogio” desde 1833, en
España.
Según la base de datos de la
Real Academia, en una obra llamada “La Bruja de Madrid” (1850), se cuenta cómo
unas mujeres muy bonitas le decían “piropos” a hombres incluso feos. En
“Tradiciones peruanas” (1875), de Ricardo Palma, una mujer le dice a su amigo:
“¡Anda con Dios, angelito! Tú sabes tanto como Chavarría”. Y el narrador
reflexiona en tono irónico: “Contentísimo salí con el piropo”.
El piropo tradicional tiene
una compleja elaboración metafórica. Muchas veces son verdaderos poemas. El
problema es que elabora una metáfora a partir de la idea de que la mujer es objeto,
como explica Mariana Achúgar. El piropo: “¡Ay morena! Si como lo mueves lo
bates, ¡ay qué chocolate!”, consta de dos versos y una rima: “bates” y
“chocolate”, pero pone a la mujer en la categoría de comida.
Cuando se le dice a un
desconocido un dicho vulgar y ofensivo, no podría llamarse piropo. La intención
es ofender. En el piropo tradicional, el juego con la dimensión lúdica del
lenguaje no conlleva esa intención.
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