Thursday, November 2, 2017

Piropo

Publicado en Gaceta Dominical de El País de Cali en Octubre 29 de 2017

En estos días ha circulado por Facebook el hashtag #metoo para que las mujeres que han sido víctimas de acoso se etiqueten y cuenten su experiencia, o al menos sugieran que han tenido una experiencia de acoso. Esto a raíz de la controversia del acoso sexual atribuido a Harvey Weinstein, productor de Hollywood.
Etiquetarse con el hashtag #metoo es una manera de solidarizarse con las víctimas del acoso en Hollywood, y muestra que es un problema de género, pues todas las mujeres sin excepción han sido víctimas de acoso o abuso.
Si alguien te dijo en la calle: “¡Hubo un terremoto en el cielo y un ángel se cayó!”, ¿entra dentro de la categoría #metoo? ¿Está en el mismo plano de las personas que vieron truncada su carrera por no ofrecer favores sexuales a cambio? ¿O en el mismo plano de una persona que le toca las partes íntimas a otra sin su consentimiento?
El piropo callejero, según la crítica feminista, es un avance sexual no consentido, y promueve una “cultura de la violación”, en que una mujer se pone en el plano de objeto de placer, y se le despoja de su condición de sujeto.
Por otro lado, esta concepción del “piropo” puede interpretarse como influencia del “catcalling”. Ambas palabras tienen un contenido cultural único, y no son intercambiables.
“Catcalling” en inglés significa literalmente “llamar al gato”. Es cuando se le dice a una mujer en la calle cualquier insinuación sexual. Generalmente son muy simples: “nena” o “sexy”, únicamente.
En la cultura anglosajona o nórdica, llamar a una mujer “bonita” es algo muy íntimo, casi una proposición sexual. Por ejemplo, yo tuve una profesora gringa que que estuvo trabajando en Paraguay. Ella se ofendió mucho porque un estudiante le dijo que estaba bonita. Era una intromisión en el espacio privado.
En la cultura latinoamericana, por el contrario, es más común decirle a una mujer que está bonita, o a un hombre que está guapo. No es una proposición sexual: es un dicho lingüístico que busca estrechar lazos sociales, crear confianza.
Me acuerdo que una vez fui a una fiesta, y había un hombre que les decía a todas las mujeres, incluso las menos agraciadas a mi parecer, que estaba bonita. Ellas lo abrazaban con cariño sin ninguna pretensión de nada. Ellas sabían que “estás bonita” no significaba “estás bonita”, sino “eres una persona especial para mí”.
El piropo es, pues, una forma de interacción social en el ámbito hispanoamericano. No existe en el mundo anglosajón. Por eso, cuando los latinos van a otros lugares del mundo, tienen un choque cultural.
Recordemos el caso de la holandesa que quiso ridiculizar con “selfies” a los hombres que le hicieron “catcalling”. Uno de los hombres le habló en español: “Ey, sexy, chiquita, ¿a dónde vas sola?” y ella lo tradujo al inglés al mostrar la foto del hombre hispano.
El piropo tradicionalmente se considera un elogio, y se le dice a alguien conocido o desconocido. Cuando un amigo cercano te dice algo bueno sobre ti, no necesariamente de tu apariencia física, a veces respondes “gracias por el piropo”.
La palabra “piropo” viene del latín “pyropus”, que significa “aleación de cobre y oro de color rojo brillante”, que tiene relación con el griego “piros”, que significa “fuego”. Se usaba durante la edad media y la edad moderna en el sentido de metal candente.
En 1780, el diccionario de la Real Academia registra el significado de piedra preciosa de color rojo, como el rubí, y en 1880 acepta el significado de elogio romántico (“requiebro”), pero ya aparecía en obras literarias con el significado de “elogio” desde 1833, en España.
Según la base de datos de la Real Academia, en una obra llamada “La Bruja de Madrid” (1850), se cuenta cómo unas mujeres muy bonitas le decían “piropos” a hombres incluso feos. En “Tradiciones peruanas” (1875), de Ricardo Palma, una mujer le dice a su amigo: “¡Anda con Dios, angelito! Tú sabes tanto como Chavarría”. Y el narrador reflexiona en tono irónico: “Contentísimo salí con el piropo”.
El piropo tradicional tiene una compleja elaboración metafórica. Muchas veces son verdaderos poemas. El problema es que elabora una metáfora a partir de la idea de que la mujer es objeto, como explica Mariana Achúgar. El piropo: “¡Ay morena! Si como lo mueves lo bates, ¡ay qué chocolate!”, consta de dos versos y una rima: “bates” y “chocolate”, pero pone a la mujer en la categoría de comida.
Cuando se le dice a un desconocido un dicho vulgar y ofensivo, no podría llamarse piropo. La intención es ofender. En el piropo tradicional, el juego con la dimensión lúdica del lenguaje no conlleva esa intención.
Me gustaría recordar piropos más creativos y poéticos. Envíemelos a lenguaencolombia@gmail.com.

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