Sunday, December 18, 2016

El guayabo y las gallinas: un mito

En un artículo que salió en El País, expliqué el origen de la palabra “guayabo” en una lengua indígena Caribe para designar al árbol del mismo nombre. La fruta del guayabo es engañosa porque puede estar dañada por dentro y parecer buena por fuera. De ahí viene el sentido metafórico de “mentira” para “guayabo”. También indica, en español colombiano, un estado de malestar que no se revela en el aspecto físico de la persona. De este surge el sentido de malestar que ocurre después de haber ingerido una bebida alcohólica, que se puede considerar una especialización semántica.
            Existe el mito de que la palabra “guayabo” surge de una anécdota: que las gallinas, cuando estaban tristes, solían arrimarse a los árboles de guayabo y que por eso se le decía “guayabo” a la “tristeza”. No me parece plausible este origen debido a que las palabras no suelen evolucionar de una forma tan anecdótica.
Las palabras evolucionan por cadenas metafóricas que se reproducen a través de la tradición oral en una comunidad de hablantes. Generalmente los significados nuevos que adquieren en diferentes regiones tienen alguna relación con el significado primario que tenía la palabra. Si es posible encontrar en otras regiones sentidos fuertemente relacionados con el sentido primario de la palabra, es más probable que la palabra hubiera evolucionado por extensiones metafóricas que producen esos significados diversos. En otras regiones de Hispanoamérica, por ejemplo, una abstracción de una propiedad de la gayaba da el significado de “mentira”, y una abstracción por otra vía da el significado de “tristeza” y luego “resaca” que tiene en el español colombiano.
Es interesante, en todo caso, que los hablantes inventen historias para las palabras. La función de estas historias fantasiosas es darle valor simbólico a las palabras como patrimonio cultural. El hablante necesita creer esas historias como parte de su identidad social. Muchas veces renombrados especialistas consideran esos mitos como verdad, para no decepcionar a su auditorio o a su propia identidad. Sin embargo, la realidad lingüística suele ser más compleja, misteriosa y aburrida de explicar que aquellas historias fantasiosas.

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