No, no es lo que usted piensa. No es que los jóvenes
estén acabando con el idioma y que por eso no hay futuro para el español. Es
que el español no tiene conjugación de futuro.
Sí,
como lo oye. No la tiene. ¿Y entonces? ¿“Seré, serás, será, seremos, seréis,
serán”? ¿Qué es? Pues se le llama futuro, sí, pero en español más o menos desde
el siglo XVI ya NO indica tiempo futuro. Indica duda.
En
los documentos coloniales encontramos frecuentemente frases como “habrá seis
días que vino a este pueblo”. La conjugación “habrá” está en futuro, pero el
punto de referencia es el pasado, como demuestra “vino”. Lo que quiere decir es
“más o menos hace seis días…”, es decir, la conjugación de futuro expresa duda,
aproximación, conjetura…
Por
ejemplo, son las 10 am y esperamos a un amigo. Son las 10:15 y no ha llegado.
No contesta al teléfono. No sabemos dónde está. Decimos: “¿dónde estará?”. Y la
respuesta del otro podría ser: “Estará en el bus”. Es decir, “estará” de la
pregunta se refiere a que no sabemos dónde está, y la respuesta “estará en la
casa” se refiere a que posiblemente esté en el bus. Es decir, un momento
presente, no futuro.
O
digamos que hay dos amigas conversando sobre un muchacho. Una le dice: “Yo creo
que le gustas” y la otra le responde: “ay, ¿será?”. También se refiere al
presente, no al futuro.
El
gramático chileno Andrés Bello, en 1857, lo explicaba así: “Si alguien nos
pregunta qué hora es, podemos responder, son las cuatro, o serán las cuatro,
expresando son y serán un mismo tiempo, que es el momento en que proferimos la
respuesta; pero son denotará certidumbre, y serán cálculo, raciocinio,
conjetura”. Si no estamos viendo el
reloj, diríamos “serán las cuatro”.
En
latín, el futuro tenía otra conjugación completamente diferente. Pongo como
ejemplo la primera y segunda conjugación, esto es, verbos terminados en “are” y
“ere” (con “e” larga). El “amare” era “amabo, amabis, amabit, amabimus,
amabitis, amabunt”. En general, se le agregaba una “bi”, excepto en la forma
“yo” (“bo”) y “ellos” (“bu”).
La
conjugación de futuro en latín desapareció por completo de las lenguas
romances. Estas formaron una nueva conjugación de futuro a partir del
infinitivo más el verbo “haber”. Recordemos la conjugación: “he, has, ha,
hemos, h(ab)eis, han”. Esto en realidad suena “é, ás, á, émos, éis, án”. Ahora
tomemos un verbo en futuro: “cantar” y le agregamos estas formas, como por
ejemplo, “cantar” + “é”, queda “cantaré”. Tarán: tenemos las conjugaciones de futuro.
Es
como cuando se dice actualmente “he de cantar”, “has de amarme”, “habrás de
votar por Uribe…” así. En un principio tenía el sentido de obligación. Es
decir, “cantar + é” significaba “tengo que cantar”. Esto ocurrió en la edad
media.
Toda
obligación o deber se refiere a un evento del futuro. Luego fue perdiendo su
sentido de obligación y pasó a significar solo futuro. Pero todo evento futuro
está enmarcado por un sentido de duda. Nadie sabe a ciencia cierta lo que va a
pasar, así que el futuro es más bien una conjetura.
El
español, pues, perdió en la lengua hablada el sentido de futuro en esta
conjugación. El futuro “cantaré” se usa como tal solamente en lo escrito. Pero
ojo: lo que no se dice oralmente, no existe. Es un puro artificio de la lengua
formal.
El futuro de duda se encuentra
desde la edad media. La investigadora Jesse Aaron lo reporta por primera vez en
la Celestina (1499). La Celestina le dice a Calisto que sus hechizos para
producir matrimonios siempre son efectivos. Él le contesta que tal vez se
puedan considerar matrimonios de cuerpo, pero no de alma: “Eso será de cuerpo,
madre, pero no de gentileza, no de estado, no de gracia y discreción”.
El
único futuro del español que puede decirse que sí existe es con el verbo “ir”,
como en “voy a salir mañana”, que se refiere a un plan que uno tiene. “Ir”
significa desplazarse de un lugar a otro. Pues bien, todo comenzó cuando se
expresaba el propósito de un desplazamiento, como en: “yo voy a besar los pies
de su magestad a su corte”, ejemplo que encuentra la investigadora Micaela
Carrera de la Red en 1534, en una base de datos llamada CORDIAM (Corpus
Diacrónico del Español de América).
En el
ejemplo, “voy” expresa desplazamiento hasta la corte del rey, pero a la vez el
propósito de este, que es “besar los pies”. Y todo propósito o plan se refiere
a un tiempo futuro.
“Ir a” empezó a usarse ya como
futuro tal cual en el siglo XVII, pero no es una conjugación propiamente dicha.
Se necesita del verbo “ir”, la preposición “a” y el verbo en infinitivo. Es
decir, necesitamos varias palabras para formar el verbo: es lo que se conoce
como una “perífrasis verbal”.
El
futuro como duda se usa en todo el mundo hispanohablante. Algunos académicos lo
consideraron un vicio del lenguaje latinoamericano, pero conforme avanzó la
investigación se dieron cuenta de que los españoles también lo usan. Y el
futuro como tiempo, en cambio, solo aparece en el lenguaje formal o en la
escritura: no existe, el español no tiene futuro.
Cuando la amiga dice: “ay, ¿será?”
para referirse al momento presente, y no al futuro, como indica la conjugación,
está siguiendo esa tradición que viene probablemente desde finales de la edad
media.
Hola Ana María y gracias por compartir este artículo muy interesante. Te quería comentar que aquí en Cataluña, el dialecto del español que se habla (porbablemente por influencia del catalán) todavía conservaba el futuro en -é, -ás, -á, etc. Si no me equivoca, es un rasgo del español peninsular que se puede oír fuera de las fronteras del idioma catalán. Se oyen a diario frases como: "qué harás mañana?"
ReplyDeleteSaludos y bendiciones desde Barcelona
El catalán tiene una particularidad y es que produce el pasado con "vaig". Si un catalán usara "voy a" lo sentiría como pasado y no como futuro. A lo mejor por eso se mantiene el futuro en áreas de influencia catalana.
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