Saturday, December 16, 2017

Lenguaje Incluyente III: la víctima y el víctimo

Se burlan del lenguaje incluyente preguntándose por qué los hombres no exigen que se les llame “el víctimo” por “la víctima” o “el persono” por “la persona”. Pues bien, el feminismo tampoco reclama “la testiga” por “el testigo” o “la ser humana” por “el ser humano”.
Estas son palabras invariables en el género, tanto que no podemos decir ni siquiera “el víctima” o “la víctima está enfermo”, sino “la víctima está enferma”, aunque se trate de un hombre. De la misma manera, no decimos “ella es una ser humana” sino “ella es un ser humano”. La palabra “ser” es masculina e invariable.
Por esta razón, palabras como “víctima”, “persona”, “ser humano”, “testigo” o “sujeto” son genéricas, se aplican tanto a mujeres como a hombres. Esto por cuanto apelan a cualidades abstractas de lo humano, y como abstracción, se tratan gramaticalmente como objetos.
            En cambio, como argumentamos en otras entradas (véase aquí y aquí), palabras como “todos” o adjetivos como “ciudadanos” no son genéricos, pues implica la presencia de hombres. Es decir, si hay solo hombres, se usa la terminación en “os”; si hay hombres y mujeres, también; lo que implica que la presencia de las mujeres no interesa a la  mención del grupo, solo la de los hombres.
            La exclusión de género está muy integrada al sistema morfológico de la lengua, por lo que considero muy difícil lograr un lenguaje inclusivo que no rompa el sistema morfológico o que atente contra el principio de economía del lenguaje. Si decimos “todes”, estamos creando un nuevo morfema.
            La historia de la lengua ha demostrado que el cambio morfológico no ocurre conscientemente, porque una persona diga “usemos este morfema”. Esto solo ocurre espontáneamente en el uso de los hablantes. Puede que los políticos y juristas que estén actualizados en temas de derechos humanos lo tengan que usar en documentos oficiales, pero esto no significa que el lenguaje común lo acepte. El lenguaje común cambia en el habla cotidiana.
            Hay que aceptar que el machismo es parte de la lengua porque la lengua forma parte de una larga tradición de cultura patriarcal. Hay que aceptar que no podemos plantear rupturas radicales en el uso de la lengua. Por lo tanto, es mejor crear una propuesta de lenguaje incluyente que pueda promoverse desde lo cotidiano, sin alterar sustancialmente la morfología de la lengua ni el principio de economía, y que se pueda usar en la oralidad. Esta va a ser una de mis próximas entradas.


P.D. Dejen de decir “las feministas”, que también hay hombres feministas, y son muchos.

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