Publicado en El País de Cali el 2 de febrero de 2018
El champuz en el suroccidente colombiano es una bebida
fría de maíz y panela, al que se le pueden agregar frutas como piña o lulo, y
se le agregan hojas de naranjo agrio. Una variante escrita es “champús”,
perfectamente aceptable al igual que “champuz”. Sin embargo, es un misterio de
dónde proviene esta palabra, y hay varias teorías.
No creamos que los vallecaucanos somos los únicos que
comemos champuz. Existen versiones de esta bebida en Ecuador y en Perú, donde
recibe exactamente el mismo nombre. A pesar de sus variaciones en cuanto a
ingredientes y preparación, tiene también como base el maíz. En Perú, por
ejemplo, se come caliente, mientras que en Colombia es una bebida fría.
En obras literarias peruanas lo vemos frecuentemente en
el siglo XIX, aunque muy seguramente se usó desde siempre. Según las bases de
datos de la Real Academia, Ricardo Palma lo menciona en sus Tradiciones Peruanas (1883), así como
Enrique López Albújar en Matalaché
(1928). Aparece en Lima antigua (1890),
de Carlos Prince, bajo el título de “La champucera”. En 1960 Daniel C. Guevara,
en “Expresión ritual de comidas y bebidas ecuatorianas”, asegura que el champuz
en Ecuador es una bebida ritual funeraria de los indígenas (págs. 29 y 33).
Por ser una bebida tradicional indígena, como la chicha y
el guarapo, su nombre debería tener el mismo origen, además de que coincide con
el área de influencia quechua: suroccidente colombiano, Ecuador y Perú. Pero su
origen indígena resulta difícil de comprobar, por la ausencia de documentación
histórica.
Según el diccionario de vallecaucanismos de Leonardo
Tascón, “champuz” es una palabra puramente española, que viene de “chapuz” en
el sentido de “cosa mal hecha, mezcla de todo”. Como cuando uno “chapucea el
inglés”, que mezcla inglés con español y termina no hablando nada bien.
Afirma Tascón que los españoles le dieron este nombre a
la bebida indígena porque vieron que era una mezcla desagradable de muchas
cosas. Luego se le agregó una “m”. No me convence esta explicación de Tascón,
porque no explica por qué mecanismo se le agregaría la “m”, y tampoco contrasta
otros datos.
Curiosamente
hay quienes consideran que es una palabra de origen africano. Fernando Romero
en Quimba, fa, malambo, ñeque:
afronegrismos en el Perú, afirma que la “champucera” se refiere a una mujer
afrodescendiente (1988, pág. 100). Nicomedes Santa Cruz, en Canto Negro (2004), la encuentra en
cantos tradicionales afroperuanos.
Los champuceros eran afrodescendientes,
según Verónica Santafe Troncoso en su trabajo de grado sobre fiestas populares
del Perú (2009). La “champucera” era una mujer que se hacía en los solares, con
un farol con vela de sebo, y un niño afrodescendiente gritaba una copla para
pregonar la venta del champuz, según Maritza Villavicencio F. en Seminario Historia de la Cocina Peruana
(2007).
El problema es que
ninguno de los defensores de la tesis africanista propone qué palabra de lengua
africana le daría origen. Y sin eso, tampoco podríamos aceptar esta tesis.
Los afrodescendientes
peruanos pudieron haberla aprendido de los indígenas, al igual que los
españoles la aprendieron de ellos, y la integraron a su tradición local. Y así
pasa con todo lo latinoamericano, que es una mezcla de lo español, indígena y
africano. La convivencia de todas las etnicidades produce estas nuevas
tradiciones culinarias.
En mi opinión, la tesis más convincente es la de origen
indígena. Existe la palabra quechua “chhapuy”, que significa “hacer masa”,
según el diccionario online de quechua-español en Descubir el Perú. De hecho, el champuz es eso, una masa. Pero nos
queda por averiguar la aparición de esa “m” intermedia, que podría deberse a
algún fenómeno de la lengua quechua, no del español.
La palabra “champuz” aparece en una cita totalmente en
quechua tomada de una entrevista a un hablante nativo de esta lengua, según el
investigador Peter Cole (1985), en su libro Imbabaura
Quechua.
Hay otras palabras de origen indígena que el suroccidente
colombiano comparte con Ecuador y Perú: “chuspa”, “guache”, “guachafita”… Y
esta es también evidencia en favor de la tesis indigenista.
Como vemos, en esto del origen de las palabras no hay
nada seguro. Solo podemos hacer conjeturas, pero siempre con base en las
tendencias evidentes de la lengua, con base en datos empíricos.
Lo invito, entonces, a que me envíe su receta de champuz,
para comparar las vertientes culinarias en torno a esta palabra. Comparar estas
con la forma como se prepara en Ecuador y Perú
contribuye al conocimiento de la cuestión. Escríbame a lenguaencolombia@gmail.com
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