Tuesday, May 15, 2018

3%


Publicado en El País, 13 de mayo, 2018

¿Alguna vez ha tenido una entrevista de trabajo o de admisión? ¿No le ha pasado que usted repite en su cabeza mil veces sus propias palabras, autorecriminándose por algo que dijo mal? ¿Quedó de segundo en un proceso de selección entre 100 o más competidores? ¿O consiguió un trabajo que ahora aborrece?
¿Y cuántas veces ha intentado usted hacer prosperar su propio negocio? ¿No tiene que enfrentar dificultades diarias que le impiden sobresalir entre otros muchos competidores? ¿De quién es la culpa? ¿De usted, por no ser suficientemente emprendedor?
            Si alguna vez se ha sentido abatido por situaciones como estas, le recomiendo que se vea la serie de Netflix “3%”. Es una serie de ciencia ficción brasilera que realiza una crítica profunda sobre el mito de la igualdad de oportunidades.
            La serie plantea que todo el continente es un gran tugurio, o una “favela” como en Río de Janeiro. Toda la gente vive en la miseria. Esto contrasta con un lugar ideal, una isla llamada Maralto, donde un pequeñísimo porcentaje de la población vive en la opulencia. Todos los años se hace un proceso de selección entre los jóvenes que han cumplido 20 años. Solo el 3% de los candidatos pasarían a vivir en Maralto.
            La serie se enfoca en cuatro jóvenes que se someten al Proceso: Michelle, Rafael, Joana y Fernando. Los dos primeros son infiltrados de la Causa, una comunidad secreta que busca acabar con el Proceso. La primera temporada (2016) muestra las pruebas que deben ir superando para pasar el Proceso #104, aunque no todos los protagonistas lo consiguen. La segunda temporada, estrenada el 27 de abril, satisface nuestra curiosidad y nos muestra cómo es Maralto por dentro. Pero la Causa planea destruir el Proceso pocos días antes de la siguiente versión, #105.
Para mostrar que son merecedores de vivir en Maralto, los jóvenes deben pasar una serie de pruebas que evocan un reality show, o las dichosas pruebas psicotécnicas para acceder a un puesto de trabajo. Las directivas del Proceso observan lo que ocurre a través de cámaras y van conversando sobre quiénes tienen “potencial”.
            El director del Proceso, llamado Ezequiel, repite incansablemente una frase que suena a literatura de superación: “usted es el creador de su propio mérito”. Y es verdad: las pruebas no dependen de la habilidad física de la persona, ni siquiera de su apariencia o género.
Hombres y mujeres, sean blancos o afrodescendientes, pasan las pruebas y tienen la misma oportunidad. No existe aparentemente el acoso sexual. Incluso, Fernando, quien tiene una discapacidad física, logra llegar lejos en el Proceso. Tampoco importa ser de buena familia, como le ocurre a otro personaje llamado Marco, cuyos ancestros han pasado el Proceso; esto no le da ventaja.
            Ni siquiera la ética le da ventajas a nadie, todo lo contrario. Solo el más individualista, competitivo, tramposo e hipócrita será capaz de llegar lejos en el Proceso. A nadie descalifican por hacer trampa.
En el Proceso existe realmente la igualdad de oportunidades. Pero la sola cifra de 3% es tan reducida y arbitraria que tal igualdad no sirve de nada. Si el sistema en sí mismo es excluyente, ¿de qué sirve la igualdad? Como si fuera poco, se le endilga al excluido la culpa de no ser capaz de entrar a la posición de privilegio.
El Proceso alimenta la ilusión de una vida mejor para que las personas se sometan por voluntad propia. La persona no culpará al sistema, sino a sí mismo, de su vida miserable. Así mantienen el control sobre el grueso de la población.
La eficiencia del sistema, no obstante, tiene sus fisuras. No es suficiente con alimentar ese discurso del mérito y que la gente se lo crea para mantener el privilegio del 3%. La Causa puede llegar a hacerle mucho daño. Por esta razón, el Proceso ha militarizado el Continente, buscando por todos lados agentes de la Causa, usando métodos violentos.
Esto es clara alegoría de la militarización de las favelas que ha ocurrido en Río de Janeiro. La policía militar ha estado involucrada en casos de tortura y desaparición, sin que se solucione definitivamente el problema del narcotráfico. Y solamente demuestra que el sistema no puede sostenerse solo: hay que acudir a la represión.
Otra fisura está en el tipo de gente que entra a Maralto. Imagínese a la persona más egoísta, tramposa e hipócrita que haya conocido en su vida. Luego imagine una isla poblada por solo personas así. Así como Maralto, sería un infierno vivir allí, aunque tuviera todas las comodidades del mundo.
Y lo más importante: los infiltrados de la Causa. Son idealistas y generosos, pero tienen ese componente simbólico que les da la fuerza interior para llegar lejos en el Proceso, incluso para hacer trampa y manejarse con hipocresía. Aunque tengan que dejar a un lado su ideología, su adhesión a la Causa podría manifestarse en cualquier momento.
Pues bien, estas fisuras representan el sistema que se autodestruye poco a poco desde adentro. Es un sistema que está destinado a fracasar, aunque en apariencia todo se mantenga normal.
“3%” le enseñará que no es culpa suya estar pobre, desempleado o quebrado, o ser infeliz en una posición de privilegio rodeado de pirañas.

Sunday, May 13, 2018

Mecato


Yo soy de Cali, Colombia, y cuando fui a estudiar a Bogotá alguna vez dije con toda naturalidad la palabra “mecato” entre mis compañeros de clase y nadie me entendió. “Mecato” es merienda, comida ligera que se come entre comidas, generalmente referido a la comida tradicional de la región suroccidental como el manjar blanco, las cucas, el chontaduro, el pandebono, el dulce de guayaba, el champús o el cholado. Suficiente para seguir hablando de estas palabras en otros artículos.
Me percaté entonces de que era una palabra muy restringida regionalmente. El diccionario de la Real Academia la registra como colombianismo, aunque parece restringida a la región suroccidental. Albalucía Ángel, en Estaba la pájara pinta (1975), la usa, y ella es de Pereira (un poco más al norte de Cali). Sin embargo, Leonardo Tascón no la registra en su diccionario de vallecaucanismos (1971).
El origen de la palabra es totalmente incierto. Podría estar relacionado con “mecate”, una palabra de origen náhuatl que significa cordel de cabuya. Podríamos pensar: tal vez se refiere a ciertos dulces o comidas que vienen atados con cordel de cabuya, como el dulce de guayaba, envuelto en hojas de maíz o qué será. Con este sentido aparece la palabra “mecate” en 1590 en un documento de Guatemala, según el CORDE. Pero no tenemos datos para corroborar esta idea.
Si este fuera su origen, debería conocerse en México o en Centroamérica, en áreas de influencia. Además, sería más antigua, pero el hecho de que Tascón no la registre me lleva a pensar que es una palabra de introducción reciente.
Una ayuda para resolver este misterio es recordar si nuestros abuelos la usaban. ¿Se la escuchó a sus abuelos? ¿Cuándo la escuchó por primera vez? ¿En qué contexto? ¿Mecato es cualquier comida ligera, o se refiere solo a la comida tradicional? Escríbame a mi email para que me cuente.