Tome chicha sumercé
Publicado en El País abril 30/2017
Caminando por las calles de La
Candelaria, en Bogotá, encontré un anuncio que decía “Tome chicha sumercé”, con
los colores y el estilo de letra de cierta marca de gaseosa norteamericana. Me
pareció muy ingenioso, porque promovía el consumo de la chicha como licor
tradicional autóctono, parodiando la publicidad de una bebida extranjera, lo
que constituía una afirmación de identidad regional. La palabra “chicha”, en
todo caso, ni siquiera es de origen autóctono, pero esta es otra historia.
Durante
mucho tiempo “sumercé” estuvo relegado al habla de clases sociales bajas, lo
que podría haber conducido a su desaparición, pero las nuevas generaciones de
clase media y alta han revitalizado su uso. El “sumercé” se ha convertido
recientemente en un símbolo del ser bogotano. Sin embargo, no es un pronombre
tan bogotano como los bogotanos quisieran creer.
El
“sumercé” es una forma de pronunciar “su merced”. En español es normal que la
“d” al final de una sílaba se pronuncie tan suave que desaparezca. De hecho, en
la conversación informal, la gente dice “ciudá”, “usté” y “universidá”. Los que
tratan de hablar bien hacen una “d” tan fuerte que termina siendo “t”, diciendo
“ciudát”, “ustet” y “universidat”. La “d” al final de la sílaba como tal es muy
difícil de pronunciar para cualquier hispanohablante.
El “su merced” empieza a formarse en
España en el siglo XV, esto es, a finales de la edad media. En esa época
existía otro pronombre que servía para expresar respeto, y era “vos”, pero ya
muchas personas lo usaban en situaciones de confianza. Usar “vos” en
situaciones de respeto empezaba a ser peligroso porque daba lugar a la
ambigüedad.
La estrategia que crearon los
medievales para evitar la ambigüedad fue inventar una manera aún más
respetuosa, y esta fue “vuestra merced”. De esta manera, no se dirigían directamente
a la persona, sino a su voluntad de acción, pues “merced” significaba
“voluntad”. Así se creaba una respetuosa distancia.
En
todo caso, este pronombre todavía tenía “vuestra” que era el posesivo del
pronombre “vos”. Posteriormente se creó
entonces “su merced”, que era todavía más respetuoso, pues ya se usaba “su” en
vez de “vuestra” y ya no había rastros del pronombre “vos”. Sin embargo, el
pronombre “vuestra merced” era el más común.
“Vuestra
merced”, en el siglo XVI, se hizo tan popular que la gente empezó a pronunciarlo
tan rápido que la gente decía cosas como “vuesasted”, “vuested” y finalmente
“usted”. Entonces el “usted” de hoy en día es una forma mal pronunciada de
“vuestra merced”.
Nótese
que la conjugación de “usted” y “sumercé” es igual a la de “él” y “ella”:
“¿Sumercé/usted tiene un lapicero
que me preste?”, igual a “¿Él tiene un lapicero que me preste?”.
Entonces,
en el siglo XVII, existía “usted” como pronombre de respeto y “su merced” como un
tratamiento mucho más respetuoso. Y así se usó probablemente en toda
Hispanoamérica, y en Colombia, hasta mediados del siglo XX.
Si
ustedes leen novelas antioqueñas y vallecaucanas, encontrarán que “sumercé” era
bastante común. Por ejemplo, el escritor antioqueño Tomás Carrasquilla lo pone
en boca de hablantes campesinos que se dirigen a personas de mayor rango
social. En María, del escritor
vallecaucano Jorge Isaacs, los empleados afrodescendientes se dirigen a sus
patrones con “sumercé”.
“Sumercé”
es un pronombre demasiado servil para sobrevivir a las ideas progresistas que
surgieron después de la independencia, y por eso se fue relegando a las clases
bajas. Estas mantuvieron arraigado en su sistema lingüístico las férreas
jerarquías sociales de la colonia.
A
mediados del siglo XIX, las clases medias que surgieron después de la
independencia de Colombia rechazaban todo lo que sonara monárquico, en un
proyecto ideológico de distanciarse de todo lo que recordara el pasado
colonial. A este movimiento perteneció el escritor bogotano Eugenio Díaz, el
autor de Manuela. Díaz es un escritor
más interesante de lo que nos muestran en el colegio, la manera como retrata
los cambios sociales es única entre los escritores de su época.
Al
contrario de lo que ocurrió en el resto de Colombia, en Bogotá “sumercé” sobrevivió
por mucho más tiempo, a pesar de los esfuerzos de ideólogos como Eugenio Díaz.
Como decía mi profesor José Joaquín Montes, la supervivencia de “sumercé”
refleja unas jerarquías sociales más rígidas. Es decir, en Bogotá sobrevivió el
“sumercé” por ser una sociedad más desigual que Antioquia y el Valle del Cauca,
con más distancia entre clases sociales. Para los bogotanos había que exagerar
más el respeto y emplear “sumercé”.
A
finales del siglo XX, el “sumercé” era frecuente entre personas de origen
campesino, herederos de ese sistema lingüístico de servidumbre. Deja de ser
políticamente correcto porque nos recuerda una gran desigualdad social.
Entonces
“sumercé” resucita renovado en las clases medias bogotanas. Cuando estas
personas lo utilizan, ya significa otra cosa. Ya no es el pronombre servil de
quien agacha la cabeza ante su patrón, sino el pronombre amable que expresa
camaradería entre amigos cercanos, incluso un pronombre irónico que parodia el
respeto de antaño y sirve para hablar en sentido figurado.
Los
bogotanos se apropiaron de “sumercé” con esta renovación semántica, pero no es
un pronombre bogotano. El “sumercé” nos pertenece a todos, españoles e
hispanoamericanos, siendo los bogotanos quienes supieron darle nueva vida.
Genial. Me ha encantado.
ReplyDeleteSúper interesante tu explicación, me encantó, muchas gracias.
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