Sunday, December 3, 2017

"Moxa: El hijo del sol": muiscas y conflicto en Colombia

Moxa: El hijo del sol

Zarza González, Ernesto. Moxa: El hijo del sol. Ediciones B, Bogotá: 2015.

            Los moxas eran niños-sacerdotes que los muiscas sacrificaban a los dioses para lograr favores. Generalmente eran prisioneros de otros pueblos, como los panches, pero en ocasiones pasaba que un mismo muisca era sometido a ser moxa. Es lo que le ocurriría a Cundarquyn, un niño que por vía materna resultaba heredero al trono del Zipa. Por una intriga palaciega terminó convertido en moxa a sus escasos 12 años, y su familia condenada a un castigo terrible.
            El amor por Cota, la hija del cacique Guatavita, es el aliciente que le permite sobrellevar las penurias. Además, confía plenamente en que él es el hijo del sol, como lo manifestó el prodigio del cóndor que tapara el sol por unos segundos el día de su nacimiento. Cota tiene fe en que él será su esposo, a pesar de estar comprometida con el Zipa. Así se lo ha dicho el dios Bochica en sueños.
            Es la ficción que Ernesto Zarza González construye en Moxa: El hijo del sol, una novela ambientada en el antiguo pueblo indígena que floreció en el altiplano cundiboyacense en Colombia. No idealiza a los muiscas, pero tampoco los menosprecia en su tratamiento narrativo. Los presenta en toda su humanidad, como una sociedad llena de complejidades y contradicciones.
            La novela ostenta un prefecto balance entre la información histórica y la tensión narrativa. Las descripciones de las costumbres muiscas armonizan con el ritmo narrativo de manera muy sutil y bien acompasada. Tiene elementos de intriga política, drama romántico y poema épico.
            Hasta ahora podemos pensar que la novela habla de esa cultura remota que fue gradualmente exterminada por la colonización española, aunque sus descendientes sobrevivan en la región cundiboyacense. Y no es así. La novela resulta muy actual en cuanto a la lectura que plantea sobre las relaciones de poder.
            En este sentido, se puede leer como una alegoría de la situación en Colombia. El Zipa comete un falso positivo al deshacerse de Cundarquyn y su familia. Los acusa públicamente de que los dioses le han mostrado que lo quieren destronar, y que piden su castigo. Para ello, el sacerdote organiza un ritual con ciertos efectos de luz que les hace creer a los muiscas que están presenciando un prodigio divino.
            De esta manera, el Zipa logra legitimar la tortura y pena de muerte que impone al padre de Cundarquyn, así como el destierro de su madre. Esto es una forma de posverdad, el equivalente a las noticias falsas de hoy en día. La confabulación del sacerdote con el Zipa les permite proyectar una imagen engañosa de la realidad que solo sirve a los intereses políticos.
            Hoy en día se observa a menudo esta situación. Grupos religiosos son capaces de proyectar una imagen distorsionada de líderes sociales y víctimas del conflicto armado con el fin de hacerlos parecer guerrilleros. Esto permite legitimar las prácticas opresivas de sus aliados políticos.
El ritual de la tortura y ejecución de la familia de Cundarquyn dura por muchas horas y los asistentes tienen hambre, pero son capaces de sobrellevarlo porque “aguardaban con paciencia, con la ancestral paciencia de los muiscas” (pág. 66). Esto no es más que una alegoría del pueblo colombiano que padece hambre con ancestral paciencia con tal de presenciar el portentoso espectáculo de la política y la religión.
            Posteriormente, Cundarquyn debe realizar un extenso camino con otros niños destinados a ser moxas, y los capataces le propinan innumerables maltratos. Los capataces sienten que Súa (dios del sol) los favorece por estar haciendo eso. Esto es de la misma forma como políticos de gran devoción se sienten favorecidos por Dios en el negocio del despojo y el hambre.
            Poco antes del castigo contra la familia de Cundarquyn, se ha repetido el prodigio del cóndor que cubre el sol. La madre del niño lo interpreta como el llamado de Súa para destronar al Zipa e instaurar un gobierno más justo y menos opresivo. El Zipa piensa que es señal inequívoca de que el dios está de su lado, pero a su vez el Zaque considera que el sol está de su parte.
            Con esta convicción, ambos líderes lanzan sus ejércitos a una guerra fratricida que termina por diezmarlos a todos. Es la manera como la religión y las convicciones políticas hacen que todos estén convencidos de estar luchando por lo correcto, y terminan matándose entre ellos.
Los panches pelean como mercenarios del ejército del Zipa, a pesar de ser un pueblo tradicionalmente sometido a las más terribles vejaciones. De la misma manera como el sector más oprimido del pueblo colombiano se enfila para luchar por causas que no son suyas.
            La esperanza está puesta en el carácter de Cundarquyn, que no desfallece a pesar del sufrimiento. La resistencia del desposeído es la promesa de una sociedad más justa, que nunca llega, porque hay otro más fuerte que aprovecha la pelea de hermanos para dominarlos a todos. Mientras tanto, el dios de los muiscas solo pide sangre, y sangre va a tener, porque es la voluntad del pueblo que cree los falsos positivos de los prodigios. 

4 comments:

  1. Reciba un cordial saludo, Ana María. Soy Ernesto Zarza González, el autor de la novela, y le escribo muy complacido y agradecido con lo que he leído de la reseña que usted ha realizado de la misma.
    En un párrafo, aquel que dice "La novela ostenta un prefecto balance entre la información histórica y la tensión narrativa. Las descripciones de las costumbres muiscas armonizan con el ritmo narrativo de manera muy sutil y bien acompasada. Tiene elementos de intriga política, drama romántico y poema épico", usted hace un excelente resumen de la obra; aparte del concepto épico, fantástico y romántico, siempre he recalcado que la gran novedad de la novela (y de la saga en general) radica en el hecho de que le transmito al lector una información verídica (por lo menos con un 90% de precisión) respecto a las costumbres sociales, culturales, al aspecto religioso, de funebria, de guerra, ceremonial, festivo, geo-político, económico, de justicia, es decir, todo aquello que encuadra dentro del comportamiento regulado del muisca en su sociedad.
    Sin embargo, dentro de una composición literaria el autor puede darse el gusto de apelar a todo ese mirífico conjunto de tropos y figuras permitidas por la imaginación; y aquí entra en juego la del lector capaz de leer con inteligencia el momento de una obra, momento que usted supo interpretar muy bien, como si hubiera tenido un acto de empatía con el autor. En efecto, veo que la interpretación que usted realizó de la situación política de la ficción, en su paráfrasis actual, aplica a lo que nuestro país está viviendo y atravesando. Si bien he sostenido muchas conversaciones al respecto, en especial con Evelín Bríñez, quien fue la primera en dar una reseña de la obra, y en ellas salía a flote la crítica política que se realiza, su análisis, Ana María, fue más allá y entiendo su reseña como un generoso panegírico a la creación literaria, así como un ensayo dirigido a criticar ciertos aspectos de relevancia en el ámbito nacional.
    Una vez más le expreso mi agradecimiento.

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    1. Apreciado Ernesto: Me alegro que mi interpretación le haya dicho algo válido sobre su relato, pues por un momento pensé en que tal vez había ido demasiado lejos; pero me gusta aventurarme por los recónditos caminos de la interpretación. Hubiera podido ir incluso más lejos, pero ya serían demasiados "spoilers" para el posible lector y la idea es que vayan y busquen el libro. Me faltó decir además que la división en 30 capítulos cortos es muy afortunada, le da buen ritmo y hace muy descansada la lectura. Admiro la labor de investigación que hay detrás de este libro y la interpretación que usted aporta sobre el posible estilo de vida de los muiscas. Qué buena reseña la de Evelín, la parte de cómo odia al Zipa es muy honesta y espotánea. Le deseo muchos éxitos porque se los merece.

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  2. Valiente denuncia, que, ante toda la cháchara de la historia oficial, merece divulgarse y romper falsos mitos.

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  3. Con veracidad nos muestra que los muiscas no eran una gran civilización sino con las características de todo conglomerado humano.. envidias , asesinatos,intrigas, traiciones etc...así como los españoles,los romanos,los árabes,los celtas ...no hay idealizarlos como los pobres angelitos conquistados por los españoles..de buenas .si hubieran sido sometido por los ingleses,como mucho resentido añora,no habían muiscas ni para un remedio..si no vean a Norteamérica..

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