Friday, October 19, 2018

Black


“Black” es una serie coreana de Netflix (2017) que cuenta la historia de un espíritu de la muerte que toma posesión de un cuerpo humano. Este humano era Moo-Gang, un policía bastante inepto, pero que se mantenía en la profesión para investigar un aspecto oscuro de su pasado. En el cuerpo de Moo-Gang, esta deidad termina enamorándose de una mujer que tiene visión del más allá: Ha-Ram.
            En español tradujeron el nombre de los espíritus de la muerte como “parcas”, en inglés como “grim reaper”, o la guadaña oscura. Es decir, alude a alguna deidad de la muerte en la cosmovisión coreana que algún experto en folklor coreano podría explicar mejor.
            Entre los espíritus de la muerte, hay unos de primera clase y otros de segunda clase. Los de primera clase son los auténticos, y son seres fríos, sin sentimientos, que se limitan a recoger el alma de las personas que mueren, resultando bastante efectivos en su trabajo. Los de segunda clase son almas de personas que se han suicidado, quienes conservan las memorias de su vida. Estos suelen ser menos efectivos en su trabajo, pues por la empatía que sienten por la persona que va a morir, pueden terminar por perdonarle la vida.
Los auténticos se denominan a sí mismos con un número. El protagonista de esta historia es un espíritu de primera clase que se denomina #444. Es famoso en el inframundo por ser bastante desalmado o “descorazonado”, palabra que tiene un doble significado en el contexto de la serie, lo cual se descubre al final.
            Los espíritus de la muerte trabajan en parejas: uno de primera clase con otro de segunda clase. Pues bien, el compañero de #444 se ha escapado y ha tomado el cuerpo de un humano. #444 debe encontrarlo para evitar ser castigado por los dioses del inframundo. Por eso, se acerca a Ha-Ram, la mujer que puede ver cuando la muerte acecha a manera de sombra, pues ella podría identificar el cuerpo donde su compañero se ha alojado. Pero su poder tiene una limitación: no puede ver la sombra si la persona está vestida de negro.
Cuando #444 toma el cuerpo de Moo-Gang, se autodenomina “Black”, pues decide vestirse de negro como los policías de películas y series televisivas. Así también puede evadir la vista de Ha-Ram. Su experiencia con la muerte lo hace muy bueno en su trabajo de policía: Moo-Gang solía vomitar ante los cadáveres, pero Black de hecho puede hasta comer vísceras mientras levantan un cuerpo. Y Black puede identificar fácilmente la causa de muerte con solo echar un vistazo.
Ha-Ram se enamora de Black, porque ella piensa que es un amigo de la infancia, llamado Joon. Fue su primer amor. Ella identifica a Moo-Gang como Joon cuando este se encuentra herido de muerte por una bala en la cabeza. En ese momento, él se despierta, ya posesionado de #444, y le duele el corazón. Pero #444 ha perdido todas las memorias de Moo-Gang, y se siente muy molesto con el amor empalagoso que le profesa Ha-Ram. Poco a poco esto empieza a cambiar, y él a sentir amor por ella.
De hecho, él trata muy mal a Ha-Ram, le dice cosas muy feas, y uno se sorprende, porque en el contexto occidental esto sería considerado maltrato verbal. Sin embargo, ella sigue fiel a él, excusándolo con la idea de que recibió daño cerebral. Y desecha a un chico bueno y rico que la pretende, el heredero de una importante compañía de seguros. ¿Por qué se empecina Ha-Ram en un hombre que la hace sufrir?
Hacia la mitad de la serie se va descubriendo quiénes son realmente los auténticos espíritus de la muerte (spoiler): son almas cuyos cuerpos han desaparecido y no han sido encontrados. Han perdido sus memorias. Cuando el cuerpo es encontrado, el espíritu recupera sus memorias de vida, incluida la memoria de su tránsito de muerte. Esto resulta bastante traumático para ellos.
Me parece fascinante lo que esto revela sobre la visión de la muerte en Corea y el fetiche sobre el cuerpo muerto. Un cuerpo desaparecido es terrible porque se convierte en una deidad completamente deshumanizada. Y aquí viene lo más interesante: cómo la ciencia moderna entra en conflicto con esta concepción del cuerpo en el tema de los trasplantes de órganos.
Cuando empecé a ver series coreanas, me sorprendió mucho que el tema del tráfico de órganos estaba presente en casi todas las historias. Me preguntaba por qué, y “Black” me dio la respuesta. El tráfico de órganos es terrible porque destroza la integridad del cuerpo muerto y esto altera la estructura del inframundo.
Al final, Black descubre su cuerpo en un carro en el fondo del mar. Descubre que Joon era el hermano adoptivo de Moo-Gang, que de niño vio su vida amenazada por una enfermedad cardiaca. Joon fue herido en la cabeza en circunstancias confusas. La madre biológica de Moo-Gang, que es médica, lo encuentra y le extrae el corazón para trasplantárselo a Moo-Gang. Luego mete su cuerpo en un carro y lo lanza al mar. Es decir, el corazón de Joon siempre estuvo en el cuerpo de Moo-Gang. De ahí que durante la serie lo conozcan como “descorazonado”.
La serie también sigue una trama policial bastante compleja que no voy a resumir aquí, pero que se relaciona con una red de prostitución forzada, crimen organizado y corrupción política y policial. El caso es que Joon y Moo-Gang resultaron enfrentándose a sicarios de esa red. En el enfrentamiento, Joon termina siendo herido en la cabeza.
El padre de Ha-Ram también era policía, y este socorre a Joon cuando estaba siendo perseguido por el sicario, en un almacenamiento de vidrios. Ese mismo día, Ha-Ram había visto la sombra persiguiendo a su padre. Entonces ella sigue a su padre con una pistola, y dispara a la sombra para evitar que su padre muera. Por error, disparó en realidad en la cabeza de Joon. Pero ella nunca lo supo. Por eso, al comienzo, Black se sentía tan mal en presencia de Ha-Ram.
A esto se le puede aplicar un poco análisis de lo inconsciente. Ha-Ram sabe en lo inconsciente que mató a Joon. De hecho, ese mismo día, Ha-Ram había descubierto que él estaba enamorado de otra chica. Y ese acto fallido es una respuesta a los celos. Por eso, ella se aguanta todo el abuso verbal de Moo-Gang: en el fondo siente que debe ser castigada por haber disparado a Joon, y que no merece el amor de alguien bueno como el chico que hereda la compañía de seguros.
En este nivel de análisis, toda la historia es una fantasía de ella, como si ella soñara que Joon vuelve en la identidad de Moo-Gang para darle la oportunidad de recuperar su vida. Pero hilando más delgado, Joon es también la sombra de su padre, a quien debe asesinar por estar enamorado de otra mujer: la madre de Ha-Ram. De hecho, Ha-Ram odia a su madre supuestamente por haberlos abandonado. Pero lo que odia de ella es que, a pesar de haber terminado con su padre, él siga enamorado de ella.

Monday, October 1, 2018

Eufemismos

Publicado en la Gaceta Dominical de El País, 9/30/2018

Imagínese que usted va a terminar con su novia y le dice: “Mirá, es que vos te has vuelto muy cansona con eso de tu negocio y no has vuelto al gimnasio. Me conseguí otra que está más buena, y no jode tanto”. No. Usted le diría: “Démonos un tiempo para pensar nuestra relación, no quiero perder tu amistad”.
            O digamos que usted fue por enésima vez a tratar de sacar los documentos para su pensión y la representante le dice: “No sea burro, aquí dice muy claramente ‘copia autenticada de su partida de bautismo’, lea bien antes de hacer la fila”. No. Le dicen: “aaay, señor, le falta la copiecita autenticadita de la partidita de bautismo. Usted tiene la copiecita, pero le falta el sellito de la notaría. No se le pueden recepcionar los documentos si no están completicos”.
            Para poder sobrellevar la complejidad de las relaciones sociales, hacemos diariamente uso de eufemismos. Todos los días, para sobrevivir en el ámbito laboral, amoroso y social, debemos suavizar con el lenguaje los contenidos que puedan resultar molestos u ofensivos.
Me refiero con sorpresa a la entrevista que hizo Paola Guevara al psiquiatra Carlos Climent, a propósito de su nuevo libro “Asuma la gerencia de su vida”. Él manifiesta la necesidad de expresarnos más directamente sobre los asuntos negativos, criticando el hecho de que los colombianos usamos muchos eufemismos.
            Esto puede ser válido desde el punto de vista de la introspección terapéutica, pero no en el ámbito sociolingüístico. Los eufemismos existen en todas las lenguas y son parte intrínseca de la interacción social.
Como dice el sociólogo Erving Goffman (1922-1982), todo el tiempo estamos proyecto una imagen falsa de nosotros mismos, como si estuviéramos actuando. Nos levantamos, nos bañamos, nos peinamos, afeitamos o maquillamos, nos ponemos una ropa adecuada para la ocasión, nos cepillamos los dientes… Nos estamos preparando para el gran teatro de nuestro día, tan necesario para conseguir el sustento.
            Solo cuando estamos en el baño, solos con nosotros mismos, estamos fuera de esa caracterización teatral. Por eso no hablamos con otras personas sobre lo que ocurre en el baño. Y cuando tenemos la necesidad de hacerlo, usamos nada menos que eufemismos.
            Los eufemismos relacionados con el fenómeno de la excreción son de vieja data, igualmente los relacionados con el sexo también, un evento de carácter privado. Los ejemplos que encontré están documentados desde el siglo XVI en escritos de colonizadores españoles en América. “Hacer del cuerpo” para defecar y “partes pudendas” para los órganos sexuales son algunos de ellos.
Para el acto sexual se usaba el término “refocilar”, que significa en principio “recrearse”, pero desde el siglo XVI se documenta referido al acto sexual. Un ejemplo cervantino es cuando el caballo de Don Quijote se encuentra con unas potras: “que a Rocinante le vino en deseo de refocilarse con las señoras facas” (1605).
Y no solo ocurre en español. Se aprecia también en inglés: el término “bowel movement” (movimiento intestinal) se usa para el acto de la excreción; las partes pudendas son “privates” (partes privadas). Y así como hoy en día se dice “acostarse con” para referirse al acto sexual sin mencionarlo directamente, en inglés se usa “sleep with” (dormir con).
Es posible, sin embargo, que sí haya una mayor productividad de eufemismos en la esfera política, como bien señala Diego Martínez Lloreda. Y esto ocurre ante la necesidad de legitimar políticas autoritarias en regímenes democráticos.
Un ejemplo tiene que ver con la tortura. En la época de la Inquisición, se usaba el término “tormento”, directo y al grano, para referirse a la aplicación de dolor sobre la persona para obtener información de ella. No tenían necesidad de eufemismos, porque su acción ya estaba legitimada por la religión como ideología dominante.
Hoy en día se usa en inglés un término muy interesante: “Enhanced Interrogation Techniques” (Técnicas Mejoradas de Interrogación). No se puede hablar abiertamente de “tortura”, pues la práctica que va contra el Derecho Internacional Humanitario. Se debe legitimar esta práctica enfatizando en que se trata de un “interrogatorio”. La aplicación de dolor solo hace más efectiva la acción de interrogar.
            Los políticos colombianos han aprendido muy bien la lección y, como afirma Diego Martínez Lloreda, se usa “Ley de Financiamiento” para referirse al aumento de impuestos. “Reforma tributaria” era un eufemismo de por sí, pero como ninguna reforma tributaria ha sido para bajar los impuestos, fue adquiriendo un sentido peyorativo. Perdió el poder suavizador del eufemismo.
            En Estados Unidos la corrección política es mucho más exigente que en Colombia. No es prudente mencionar directamente la raza de nadie, mientras que en Colombia el elemento racial es muy productivo en la creación de apodos: el “negro”, el “indio”, el “mono” (rubio), “mono perico” (muy rubio)…
            En inglés también es imprudente referirse a la apariencia física de la persona, mientras que en Colombia decimos la “flaca”, mi “gordita”, el “enano” (alguien muy bajito), “vara de premios” (alguien muy alto), el “chato”, el “cojo”.