Sunday, December 24, 2017

Mamá: ¿Dónde están los juguetes?

Me voy a referir a la canción de Navidad más atea que conozco: "Mamá, ¿dónde están los juguetes?". No es un villancico, pues no pertenece al género tradicional de "canción de la villa" con versos de seis sílabas originado en España. Es una canción de folclor colombiano, mezcla de bambuco y pasaje llanero, según me informa mi profesor de música Juan Antonio Guerrerol.

Comienza en la voz de un niño que dice: "Mamá, ¿dónde están los juguetes? / Mamá: el niño no los trajo". La mamá responde: "Será, que no vio tu cartita / Que pusiste en la noche / Sobre tus chancletitas". Luego el niño dice: "Mamá, hoy me siento muy triste / Mamá, el niño no me quiere". Y la mamá responde: "Será, que tú hiciste algo malo / Y el niñito lo supo / Por eso no los trajo".

Esto es una crítica al consumismo de la época navideña y su relación con el contenido religioso, además de la división de clases sociales. El niño pobre se siente mal porque no recibirá regalos de Navidad, y la madre lo culpa a él por eso. En realidad la única culpa que tiene es ser pobre. Y se pone el hecho de ser pobre como una transgresión moral.

Luego la mamá suaviza la cosa y dice: "Mi amor, ya no te sientas triste / Mi amor, si a tu lado me tienes". Pero luego le abre la puerta a la esperanza: "Y así, esperaremos juntos, /
Rezaremos al cielo, / Hasta el año que viene".

La idea es que, si rezan, tal vez dejen de ser pobres y la situación económica mejore el año que viene. Es en realidad una crítica a cómo la religión debilita la acción que conduce al empoderamiento de clase social. Simplemente un rezo hace que la persona espere pasivamente el mejoramiento personal.

La canción es una magnífica crítica social.

Thursday, December 21, 2017

Novena Aguinaldos, os, vuestro

Publicado en El País, Cali, Diciembre 18, 2017

Cuando éramos niños, leíamos con gran extrañeza el comienzo de la novena de Aguinaldos como “Benignísimo Dios de infinita caridad que tanto amasteis…”. ¿Amasteis? ¿Qué es “amasteis”? ¿De dónde tanto “ais”, “eis”, “os”, “vuestro”?
Todas estas son formas antiguas de “vos”, que se usan para hablarle a Dios. No es el mismo “vos” de “mirá, ve, oís” de los vallecaucanos y paisas, aunque tienen el mismo origen.
La Novena de Aguinaldos es una tradición de Colombia y Ecuador, que consiste en una oración diaria por nueve días hasta la navidad. Sí, solamente es de Colombia y Ecuador, aunque México tiene una tradición parecida, que se llama Las Posadas.
En la familia, unos se disfrazan de María y José y, desde afuera, cantan una letanía en la que piden posada, y los de adentro los rechazan con otra canción. Cada día hacen esto en una casa diferente de la familia, y después comen y beben. Pero sus oraciones son muy diferentes.
Las oraciones centrales de la novena de Aguinaldos fueron escritas por Fray de Jesús Larrea, un sacerdote ecuatoriano, hacia 1725. Los gozos, en cambio, fueron escritos por la monja colombiana Sor María Ignacia, ya entrado el siglo XIX.
Y existe una gran diferencia entre el lenguaje de ambos: mientras la oración para todos los días usa “vuestro” y “os”, los gozos usan “tu” y “te”. Esto es señal de un siglo completo de evolución entre una oración y otra en el mismo libro de oraciones.
En la Oración para todos los días, se dice: “les disteis en vuestro Hijo la mejor prenda de vuestro amor” y “os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio”. En los gozos, en cambio, se dice: “Oh sapiencia suma / del Dios soberano / que al nivel de un niño / te hayas rebajado” y “¡Oh raíz sagrada / de José, que en lo alto / presentas al orbe / tu fragante nardo”.
El uso de “vos” para hablarle a Dios proviene del latín del siglo IV. Antes de eso, el pronombre “vos” era plural, es decir, se usaba para hablarles a varias personas. Pero después se empezó a usar para dirigirse con respeto al emperador. “Vos” se convirtió en una forma de respeto.
Hacia el siglo XVI, “vos” se convirtió en una forma de tratar a otros con confianza, por razones que no alcanzo a explicar aquí. Pero en el lenguaje religioso y diplomático sobrevivió la idea de respeto contenida en el pronombre “vos”.
“Vuestro” viene del latín “vestro”, que indica posesión, mientras que “os” proviene de la misma palabra “vos”. En la edad media se decían cosas como “quiero vos ver” para decir “te quiero ver” o “os quiero ver”.
Nos suena muy elegante decir “os”, pero en realidad la palabra “os” surge de un error de dicción: la gente eliminaba la “v” de “vos” en ciertos casos, de ahí “os”. Hoy en día “os” y “vuestro” son comunes en España, pero no son elegantes para nada, se usan para dirigirse en confianza a varias personas.
            En España, sin embargo, es el pronombre “vosotros” el que exige formas como “os” y “vuestro”. En la edad media, las personas le agregaron la palabra “otro” al pronombre “vos” para hacer un plural y diferenciarlo del “vos” singular. “Vosotros” es “vos” + “otros”.
            El plural de verbos en pasado era “amastes” y “distes”, y estos se usaron así hasta el siglo XVII. Los verbos con “is” como en “amasteis” o “disteis” provienen también de un error: como había otros verbos en pasado como “amáis” o “dáis”, la gente empezó a agregárselos también a los verbos en pasado.
Paradójicamente, en Hispanoamérica, nos apropiamos de esas formas de plural para dirigirnos con mucha reverencia y majestad a la divinidad. Esto se usó así sobre todo en el lenguaje religioso. Pero esta costumbre fue más fuerte solo hasta el siglo XVIII, cuando todavía éramos colonia de España.
Cuando uno lee documentos coloniales en el Archivo Histórico de Cali, uno encuentra que se usaba el “vos” respetuoso en cartas al rey o a oficiales de gobierno. De repente, después de 1810 empieza a encontrar que solo usan “usted” en cartas oficiales a cualquier autoridad. Hoy en día no diríamos al presidente: “Juan Manuel Santos, os escribo para pediros que escuchéis mi súplica” o algo así.
            En el siglo XIX, el “vos” como pronombre respetuoso empieza a sonarles a los americanos como un recuerdo de la colonia española, por las ideas de Independencia. De ahí que empieza a hacerse más frecuente el uso de “tú”, con sus formas “tu” y “te”, para dirigirse a Dios. Por eso, la monja que escribe los gozos ya no utiliza “vuestro” ni “os”, sino “tu” y “te”, aunque por ahí se le escapa un “disteis”.
Hay entonces todo un contenido político en la manera como nos dirigimos a Dios: si usamos “vos”, estamos siendo conservadores, como añorando la época en que éramos colonia. Si usamos “tú” para hablarle a Dios, estamos aceptando una ruptura frente a todo lo que implica el pasado colonial.

Y así mismo ocurre con otras palabras que usamos para hablarle a Dios: si usamos “señor”, planteamos una relación distante; si usamos “papito Dios”, planteamos una relación cercana. Era imposible para una persona de la época colonial si quiera pensar en dirigirse con tanta confianza a la divinidad como para decirle “papito Dios”, si acaso el respetuoso “padre”.

Saturday, December 16, 2017

Lenguaje Incluyente III: la víctima y el víctimo

Se burlan del lenguaje incluyente preguntándose por qué los hombres no exigen que se les llame “el víctimo” por “la víctima” o “el persono” por “la persona”. Pues bien, el feminismo tampoco reclama “la testiga” por “el testigo” o “la ser humana” por “el ser humano”.
Estas son palabras invariables en el género, tanto que no podemos decir ni siquiera “el víctima” o “la víctima está enfermo”, sino “la víctima está enferma”, aunque se trate de un hombre. De la misma manera, no decimos “ella es una ser humana” sino “ella es un ser humano”. La palabra “ser” es masculina e invariable.
Por esta razón, palabras como “víctima”, “persona”, “ser humano”, “testigo” o “sujeto” son genéricas, se aplican tanto a mujeres como a hombres. Esto por cuanto apelan a cualidades abstractas de lo humano, y como abstracción, se tratan gramaticalmente como objetos.
            En cambio, como argumentamos en otras entradas (véase aquí y aquí), palabras como “todos” o adjetivos como “ciudadanos” no son genéricos, pues implica la presencia de hombres. Es decir, si hay solo hombres, se usa la terminación en “os”; si hay hombres y mujeres, también; lo que implica que la presencia de las mujeres no interesa a la  mención del grupo, solo la de los hombres.
            La exclusión de género está muy integrada al sistema morfológico de la lengua, por lo que considero muy difícil lograr un lenguaje inclusivo que no rompa el sistema morfológico o que atente contra el principio de economía del lenguaje. Si decimos “todes”, estamos creando un nuevo morfema.
            La historia de la lengua ha demostrado que el cambio morfológico no ocurre conscientemente, porque una persona diga “usemos este morfema”. Esto solo ocurre espontáneamente en el uso de los hablantes. Puede que los políticos y juristas que estén actualizados en temas de derechos humanos lo tengan que usar en documentos oficiales, pero esto no significa que el lenguaje común lo acepte. El lenguaje común cambia en el habla cotidiana.
            Hay que aceptar que el machismo es parte de la lengua porque la lengua forma parte de una larga tradición de cultura patriarcal. Hay que aceptar que no podemos plantear rupturas radicales en el uso de la lengua. Por lo tanto, es mejor crear una propuesta de lenguaje incluyente que pueda promoverse desde lo cotidiano, sin alterar sustancialmente la morfología de la lengua ni el principio de economía, y que se pueda usar en la oralidad. Esta va a ser una de mis próximas entradas.


P.D. Dejen de decir “las feministas”, que también hay hombres feministas, y son muchos.

Friday, December 15, 2017

Lenguaje Incluyente II: modelo y modela

En una entrada pasada de blog (véase aquí), argumentaba que “todos” no puede ser genérico e incluir a hombres y mujeres. Esto porque el “todos” se usa ante un grupo de hombres solos, lo que indica su masculinidad; en grupos mixtos, es la presencia de hombres la que se impone y por eso el “todos”. Ahora bien, ¿qué pasa cuando son seres inanimados? Por ejemplo, decimos “todos los bananos y manzanas”, para incluir “manzanas”, por lo cual es el género masculino el que se impone. En seres inanimados, pues, el masculino sí es genérico: el feminismo no se interesa por la reivindicación de las manzanas en un grupo donde hay también bananos.
            Veamos por qué el tratamiento de las personas es diferente del de seres inanimados. Las personas pueden tener sexo biológico, los seres inanimados, no. De manera que en la referencia a personas, siempre se impone el sexo biológico. De ahí que podamos de “profesor” y “profesora”, pero no “el baño” y “la baña”, como un femenino de “baño”. En lo lingüístico, pues, el sexo biológico impone semánticamente el género gramatical.
            Otra prueba de que “todos” no es genérico, por lo tanto, es discriminatorio con las mujeres, es que no se puede decir “todos” a un grupo de mujeres solas. Contrario a “estudiantes”, que sí es genérico, porque se puede aplicar a un grupo de mujeres solas, a un grupo mixto o a solo hombres. La terminación “e” sí es genérica en español, no la “o”.
            Ocurre también que, en ciertas ocasiones, la terminación “o” puede ser genérica, como el caso de la palabra “modelo”. Uno puede decir “las modelos” y se refiere solo a mujeres. En cambio, “todos” no se puede referir solo a mujeres.
            Ahora bien, si seguimos el ejemplo de “modelo”, podemos decir que casos como “médico”, “arquitecto” o “abogado” también son genéricos, por lo cual decir “ella es médico” no sería discriminativo. Pero yo creo que sí lo es, porque la lengua natural admite sin problemas “médica”, “arquitecta” o “abogada”, aunque nunca diríamos “modela”.
            Cuando una mujer se gradúa de “abogado”, como diría su título universitario, ¿se gradúa también de Hombre, como si al graduarse pudiera ser considerada en el mismo estatus de hombre? Esto es lo que hay detrás de decir “ella se graduó como abogado”.
            La razón por la que no se acepta “modela”, pero sí “abogada”, está en su etimología. “Modelo” es en esencia un objeto inanimado, como “modelo para armar” o “modelo estadístico”. La palabra “modelo” se refiere a una cosa, aunque después se utilice para referirse a una persona que funge como objeto para exhibir ropa o accesorios. En cambio, los nombres de profesiones desde su origen se refieren a personas. Nunca diríamos algo como “ella es mi profesor”, porque desde siempre ha habido profesores y profesoras.
            Otro problema es que muchas veces el género femenino se convierte en marca de identidad social y posición política feminista. Cuando una mujer dice de sí misma “presidenta” o “lideresa” (véase opinión de José Bolívar aquí), se está posicionando como agente político de lucha por los derechos de la mujer. En estos casos, el femenino no sería necesario, porque “presidente” y “líder” sí son palabras genéricas.
            Sin embargo, como dije en la otra entrada, esto envuelve una paradoja: la necesidad de marcar como femenino palabras no marcadas en cuestión de género parten de un presupuesto machista. Al decir “presidente” o “líder” nos imaginamos un hombre, y este truco de la imaginación se debe a la tradición machista. En ese orden de ideas, decir “presidenta” o “lideresa” podría considerarse machista.
            Sería mejor llegar al punto en que pudiéramos imaginarnos a una mujer cuando escuchamos “presidente” o “líder”, eso sí sería un gran avance en materia de género: que parte de la mente hacia el lenguaje, y no al revés.

Thursday, December 14, 2017

Lenguaje Incluyente I: todos, presidenta

Versión corta publicada en El País de Cali, Diciembre 17, 2017

La Real Academia considera que “todos y todas” es desacertado, pues el masculino en español es genérico y puede englobar al femenino (vea aquí). Sin embargo, para efectos jurídicos referidos a la inclusión de todos los seres humanos y evitar la discriminación, en ciertas instancias debe usarse el lenguaje incluyente. Es el caso de lo que ocurrió en Bogotá, que un juzgado ordenó al alcalde cambiar su lema de gobierno "Bogotá: mejor para todos" por "Bogotá: mejor para todos y todas" (vea aquí).
Todo el problema viene del latín, que tenía un género masculino terminado en “us” y un género neutro terminado en “um”, eso en el caso llamado "nominativo" o sujeto de la oración. Tanto el masculino como el neutro se convertían en “um” en el acusativo, esto es, en el objeto directo de la oración. El español heredó la morfología de los acusativos, el nominativo desapareció. De la terminación “um” que terminó en “o” se empezó a usar en todos los casos: sujeto, objeto… al desaparecer el sistema de casos del latín.
Así pues, en castellano solo quedó “um”. Luego “um” se transformó en “u” y finalmente en “o”. Y el género neutro desapareció, dejando únicamente masculino y femenino. Los sustantivos neutros del latín pasaron a ser masculinos en castellano.
Aunque la Academia no lo quiera, la terminación “o” en “todos” es masculina, y es válida la reivindicación feminista de especificar "todos y todas". Es indignante cuando en un grupo de 10 mujeres y un solo hombre tengamos que usar "todos" por el hombre que está ahí. Y si un censo muestra que hay más bogotanas que bogotanos (caso hipotético, no tengo el censo aquí), pues debería primar la mayoría. ¿O es que las mujeres también son hombres (del mismo modo en sentido contrario, como dijera la reina)? ¿O tal vez de su costilla, como quiere el relato creacional de la  Biblia?
Si "todos" fuera genérico, podríamos decir "todos" para referirnos a un grupo exclusivo de mujeres. Si es un grupo mixto, decimos "todos" porque hay hombres, lo que demuestra que sí hay algo respecto al género. Es decir, prevalece el masculino. Pero si es un grupo mayoritario de mujeres, un solo hombre, ¿qué decimos? ¿"Todas y todo"? ¿"Todas y él"? ¿"Todas y usted"? Y si es un grupo mayoritario de hombres y una sola mujer, ¿"Todos y toda", "todos y ella", "todos y usted?
Yo soy partidaria de aceptar el "todos" como genérico, y hacer este sacrificio en aras de la economía del lenguaje, pero deberíamos entonces decir "todas" cuando es evidente que el grupo es mayoritariamente femenino. Entre más mujeres, se justifica menos el uso del genérico.
Pero en latín también existía una terminación “em” para género tanto femenino como masculino, que cambió a “e”. Ojo, no es que fuera neutro, porque aunque dijera "em", si la entidad era femenina, por ejemplo, "matrem", habría que decir "pulcram" en femenino. Por eso, palabras como “presidente” o “estudiante” no revelan si el género es femenino o masculino.
Fue Michelle Bachelet, presidente de Chile, de las primeras que utilizó “presidenta”, para manifestar una posición política de género: "Yo soy presidenta casi a pesar de ser mujer" (aquí). Para cargos que implican poder, como “jefe” o “juez”, el feminismo reclama la inclusión de género: “jefa” o “jueza”. No así para casos como “estudiante” o “demente”. El feminismo no reclama “dementa”, tampoco "docenta".
Ahí viene la contradicción. Cuando uno dice “presidente”, ¿por qué se hace la imagen mental de un hombre? Por toda la tradición patriarcal, donde ha sido costumbre que los presidentes solo sean hombres. Sería mejor empezar a hacerse la imagen mental de una mujer sin necesidad de utilizar la “a”, cambiar el pensamiento antes que la palabra.
Además, para ser consecuentes con “presidenta”, habría que marcar también todos los adjetivos: “ella es consecuenta con sus ideas”, “esa película es fascinanta”, “tu hija es geniala”.   
Recuerdo que el feminismo solía criticar “poetiza” o “sacerdotisa” como discriminatorios. Las feministas reclamaban que una mujer también podía ser “poeta” o “sacerdote”, no había que segregar a las mujeres de estas profesiones. En este orden de ideas, ¿decir “presidenta” no sería también segregar a las mujeres?
Otro sufijo que no marca el género es la terminación “ista” de “periodista”, “artista” o “deportista”, que proviene del griego “istés”. Por esa razón no hay necesidad de decir “periodisto” para ser incluyente con los hombres.
Por ahí leí a una feminista decir que "presidente" sí y "estudiante" no porque "presidente" tiene "ente", el ser, o sea que es necesario cambiar a "a" en nombres terminados en  "ente", no "ante". Que los terminados en "ante" se refieren al hacer, mientras los terminados en "ente" se refieren al ser. Por eso, es necesario incluir el género en "presidente" y no en "estudiante" o "comerciante".
Falso de toda falsedad. El sufijo "ente" viene del participio activo del latín "ns, ntis", en acusativo "ntem" (que pierde la "m"). Significa algo así como "el/la que hace". El hecho de tener "e" o "a" viene de la vocal del verbo: si es "estudiar" tenemos "a" en "ar" y por eso tenemos "estudiante", que significa "persona que estudia". Los verbos en "er" o "ir" hacen "ente", con "e", como "presidir", así que "presidente" es "persona que preside" o "docente" es "persona que enseña", de "docere" en latín "enseñar".
Ahora bien, el uso de signos especiales como “todxs” o “tod@s” tiene un problema: ¿cómo se pronuncian? Si yo estuviera leyendo en voz alta: “Bogotá: mejor para todxs”, ¿cómo lo leo? Tendría que leerlo “todex”, para eso más bien escribimos “todes”. Porque la “e” no marca masculino ni femenino, como ocurre también en “presidente”.
La mejor salida sería leer “todxs” como “todos y todas”, lo cual implica que una sola letra, la “x”, está representando tres palabras completas, y ahí la escritura estaría funcionando más como el chino o japonés, donde un solo signo puede significar una idea completa.
Yo soy de las primeras que pensaría en una mujer como Ángela Merkel, la presidente de Alemania, al escuchar la palabra "presidente". No necesariamente un hombre serio y majestuoso como Putin o Trump. Ahora bien, yo sí creo que en palabras que terminan en "o" se está marcando el género masculino, de manera que habría que decir "médica", "ingeniera", "música", "política"... No importa que "música" o "política" se confundan con el nombre de la profesión, el lenguaje está lleno de estas confusiones y el contexto siempre lo arregla todo.
Si la Academia aprueba o no el uso de "todos y todas", o si organizaciones de derechos humanos lo requieren, eso no importa finalmente. Los cambios dependen de la aceptación que hagan los usuarios de la lengua. He escuchado el rumor de que en España ya las mujeres en grupos mixtos demandan el uso de "todos y todas". Si un profesor dice: "levántense todos", entonces las mujeres del grupo no se levantan. Por favor me corrigen si estoy equivocada. Pero esto sí sería una muestra de que el cambio estaría en marcha.


Tuesday, December 12, 2017

Guachafita

La palabra “guachafita” significa “alboroto, ruido” en español colombiano, venezolano y caribeño. Parece estar emparentado con la palabra “guacho” o “huacho”, que proviene del quechua “uáicha”. Según Joan de Corominas, en quechua significa “huérfano, indigente, huérfano”, de donde proviene “guácharo”, que significa “llorón”.
            En el área andina “huachafo” significa “cursi”, lo que se relaciona con el dramatismo de una persona que sufre ruidosamente. El sufijo diminutivo le da ligereza al dramatismo, de lo que queda solamente lo ruidoso.
            Otra acepción de “huacho”, según el diccionario de la Real Academia, es “surco”, y proviene del quechua “huachu”. De ahí proviene el verbo “huachar”, que significa “arar la tierra”. Así que lo huachafo o guachafo deviene de lo ruidoso del arado. El sustantivo “guachafita” recoge un aspecto del significado original, pues, que es lo ruidoso.
            ¿Por qué en femenino, y no en masculino? En español es común formar sustantivos femeninos a partir de verbos. Por ejemplo, una “bebeta” es la acción de “beber” y una “salida” es la acción de “salir”.
            Queda por determinar de dónde proviene la adición con “f”.
            No hay documentación histórica, así que no es posible saber con seguridad su origen. Lo único seguro es que viene del quechua, como tantas otras palabras quechuas del español.

Sunday, December 3, 2017

"Moxa: El hijo del sol": muiscas y conflicto en Colombia

Moxa: El hijo del sol

Zarza González, Ernesto. Moxa: El hijo del sol. Ediciones B, Bogotá: 2015.

            Los moxas eran niños-sacerdotes que los muiscas sacrificaban a los dioses para lograr favores. Generalmente eran prisioneros de otros pueblos, como los panches, pero en ocasiones pasaba que un mismo muisca era sometido a ser moxa. Es lo que le ocurriría a Cundarquyn, un niño que por vía materna resultaba heredero al trono del Zipa. Por una intriga palaciega terminó convertido en moxa a sus escasos 12 años, y su familia condenada a un castigo terrible.
            El amor por Cota, la hija del cacique Guatavita, es el aliciente que le permite sobrellevar las penurias. Además, confía plenamente en que él es el hijo del sol, como lo manifestó el prodigio del cóndor que tapara el sol por unos segundos el día de su nacimiento. Cota tiene fe en que él será su esposo, a pesar de estar comprometida con el Zipa. Así se lo ha dicho el dios Bochica en sueños.
            Es la ficción que Ernesto Zarza González construye en Moxa: El hijo del sol, una novela ambientada en el antiguo pueblo indígena que floreció en el altiplano cundiboyacense en Colombia. No idealiza a los muiscas, pero tampoco los menosprecia en su tratamiento narrativo. Los presenta en toda su humanidad, como una sociedad llena de complejidades y contradicciones.
            La novela ostenta un prefecto balance entre la información histórica y la tensión narrativa. Las descripciones de las costumbres muiscas armonizan con el ritmo narrativo de manera muy sutil y bien acompasada. Tiene elementos de intriga política, drama romántico y poema épico.
            Hasta ahora podemos pensar que la novela habla de esa cultura remota que fue gradualmente exterminada por la colonización española, aunque sus descendientes sobrevivan en la región cundiboyacense. Y no es así. La novela resulta muy actual en cuanto a la lectura que plantea sobre las relaciones de poder.
            En este sentido, se puede leer como una alegoría de la situación en Colombia. El Zipa comete un falso positivo al deshacerse de Cundarquyn y su familia. Los acusa públicamente de que los dioses le han mostrado que lo quieren destronar, y que piden su castigo. Para ello, el sacerdote organiza un ritual con ciertos efectos de luz que les hace creer a los muiscas que están presenciando un prodigio divino.
            De esta manera, el Zipa logra legitimar la tortura y pena de muerte que impone al padre de Cundarquyn, así como el destierro de su madre. Esto es una forma de posverdad, el equivalente a las noticias falsas de hoy en día. La confabulación del sacerdote con el Zipa les permite proyectar una imagen engañosa de la realidad que solo sirve a los intereses políticos.
            Hoy en día se observa a menudo esta situación. Grupos religiosos son capaces de proyectar una imagen distorsionada de líderes sociales y víctimas del conflicto armado con el fin de hacerlos parecer guerrilleros. Esto permite legitimar las prácticas opresivas de sus aliados políticos.
El ritual de la tortura y ejecución de la familia de Cundarquyn dura por muchas horas y los asistentes tienen hambre, pero son capaces de sobrellevarlo porque “aguardaban con paciencia, con la ancestral paciencia de los muiscas” (pág. 66). Esto no es más que una alegoría del pueblo colombiano que padece hambre con ancestral paciencia con tal de presenciar el portentoso espectáculo de la política y la religión.
            Posteriormente, Cundarquyn debe realizar un extenso camino con otros niños destinados a ser moxas, y los capataces le propinan innumerables maltratos. Los capataces sienten que Súa (dios del sol) los favorece por estar haciendo eso. Esto es de la misma forma como políticos de gran devoción se sienten favorecidos por Dios en el negocio del despojo y el hambre.
            Poco antes del castigo contra la familia de Cundarquyn, se ha repetido el prodigio del cóndor que cubre el sol. La madre del niño lo interpreta como el llamado de Súa para destronar al Zipa e instaurar un gobierno más justo y menos opresivo. El Zipa piensa que es señal inequívoca de que el dios está de su lado, pero a su vez el Zaque considera que el sol está de su parte.
            Con esta convicción, ambos líderes lanzan sus ejércitos a una guerra fratricida que termina por diezmarlos a todos. Es la manera como la religión y las convicciones políticas hacen que todos estén convencidos de estar luchando por lo correcto, y terminan matándose entre ellos.
Los panches pelean como mercenarios del ejército del Zipa, a pesar de ser un pueblo tradicionalmente sometido a las más terribles vejaciones. De la misma manera como el sector más oprimido del pueblo colombiano se enfila para luchar por causas que no son suyas.
            La esperanza está puesta en el carácter de Cundarquyn, que no desfallece a pesar del sufrimiento. La resistencia del desposeído es la promesa de una sociedad más justa, que nunca llega, porque hay otro más fuerte que aprovecha la pelea de hermanos para dominarlos a todos. Mientras tanto, el dios de los muiscas solo pide sangre, y sangre va a tener, porque es la voluntad del pueblo que cree los falsos positivos de los prodigios.