Tuesday, April 11, 2017

Descachalandrado Replanchingado


Muchos de los que crecimos con la abuela vallecaucana hemos tenido la posibilidad de admirar su creatividad a la hora de reprocharnos nuestras actitudes hacia el vestir o el trabajar. Si uno fuera a salir de la casa con una camiseta rota, una sudadera sucia y el pelo con serias muestras de no haber pasado por la ducha o el cepillo, la abuela diría: “¿Va a salir así todo descachalandrado?”. Y si uno estuviera echado en el sofá viendo televisión, con la barriga explayada y sin intención de trabajar, la abuela diría: “Venga ayúdeme con el oficio en vez de estar ahí todo replanchingado”. Pues bien, estos no son términos inventados por la abuela, aunque lo parezcan, sino que forman parte de una tradición muy larga que se podría rastrear desde España.
            La palabra “descachalandrado” proviene del término “descachalado” o “escachelado”, que se usaría en el español de Galicia, una región que queda en el noroccidente de España, según anota el filólogo Rufino José Cuervo. El punto de partida sería la palabra “descachar” que proviene del prefijo “des” en su sentido de “exceso o demasía”, y la palabra “cacho”, en su sentido de “pedazo, trozo”, según el Diccionario de la Real Academia. La palabra “chacho” en este sentido viene del latín vulgar “cacculus”, así que es posible que en algún momento se dijera “cacholo” en vez de “cacho”. Así pues, la suma de “des” (=exceso) + “cacholo” (=pedazo) daría una palabra “descachalar”, que significaría “hacer trozos una prenda de vestir”. “Descachalado” significaría estar vestido con una prenda hecha trozos, y por este camino metafórico siguió el significado que se le da de estar mal vestido y desaseado.
            ¿Cómo se pasó entonces de “descachalado” a “descachalandrado”? Lo más seguro es que la palabra se hubiera fusionado con el término “andrajo”, que significa pedazo de tela, la cual proviene del árabe hispánico “ḥaṭráč”. La suma de “descachalar” + “andrajo” daría como resultado “descachalandrajar” y “descachalandrajado”. De hecho, la palabra “descalandrajado” (sin la “ch”) está aceptada por la Real Academia.
Y surge una pregunta más: ¿cómo se pasó de “descachalandrajado” a “descachalandrado”? Es posible que la palabra “andrajo” hubiera perdido la terminación “ajo” por considerarse un sufijo que se pudiera eliminar fácilmente, así como a “escupitajo” puede quitársele el sufijo y quedar “escupa”.
            La palabra “descachalandrado”, si bien se tiene como palabra vallecaucana en el diccionario de vallecaucanismos de Leonardo Tascón, la Academia acepta “descachalandrarse” en Colombia, Venezuela, República Dominicana y Centroamérica. Por la gran extensión geográfica de la palabra es posible conjeturar que así la usaban los españoles que poblaron la región desde la conquista y la colonia, y así se quedó. Es posible que muchos de ellos provinieran de la región noroccidental de España, donde queda Galicia. Sin embargo, parece que ya no se usa en España.
            Por su parte, la palabra “replanchingado” también proviene del latín y de algunas adiciones posteriores hechas por la creatividad de los hablantes. Para rastrear su origen, también hay que examinar el verbo relacionado, que es “replanchingarse”. La Real Academia acepta “repantingarse”, que significa “arrellanarse en el asiento para mayor comodidad”. “Repantingado” es, entonces, estar echado cómodamente en el asiento. El verbo proviene de la suma del prefijo “re”, que denota intensificación, y el latín “panticis”, que significa “panza”. Así pues, “repantingarse” es poner presión sobre la panza o la barriga, que sería el efecto corporal resultante de recostarse en un asiento.
Así pues, lo novedoso del español vallecaucano es la adición de una “l” y una “ch” al vocablo original español. Para Cuervo, estas adiciones derivan de una fusión con otra palabra, que muy probable sería “plancha”, que significa lo que todos sabemos: pieza plana y pesada, no muy gruesa, generalmente de metal. La palabra “plancha” se introduciría en medio de “repantingado” para dar “replanchingado”. Así se acrecienta la fuerza expresiva de la palabra, pues sugiere la idea no solo de estar recostado, sino de estarlo como una plancha con la barriga explayada sobre el asiento. La comparación con la plancha refleja el peso y la modorra con que se manifiesta la actitud con la que se está recostado: la poca motivación de hacer cualquier oficio.
Mientras “descachalandrado” parece haber llegado así con los primeros pobladores españoles, “replanchingado” sí parece ser una creación autóctona. Los primeros pobladores españoles decían “repantingado”, y sus descendientes crearon a partir de allí “replanchingado”. Esto debió ocurrir en el siglo XVII y XVIII, pues en el siglo XIX ya Cuervo la incluye como un vocablo de uso común. El filólogo Tascón la considera propiamente vallecaucana, mientras que Cuervo sugiere que es bogotana, así que su origen regional está en disputa.
En resumen, la palabra “descachalandrado” proviene del gallego “descachalar” y el árabe hispánico “andrajo”, que se fusionaron y crearon una palabra traída por los colonizadores españoles. Estos también trajeron la palabra “replantingado”, que posteriormente sus descendientes transformaron en una forma mucho más expresiva. Por eso, cuando la abuela dice que uno está “replanchingado”, logra expresar tantas cosas a la vez.

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